El mundo, tal vez, ha vivido equivocado. Ha creído –cree
firmemente– que el fútbol se inventó el día de 1863 que en Inglaterra se
estableció un reglamento para ese deporte que miramos por televisión
todos los domingos y que jugamos cada vez que es posible. Que amamos
siempre y que odiamos cuando el árbitro nos niega un penal evidente. De
hecho, para que el fútbol se llame así, “fútbol”, hay que concederle a
los británicos el milagro de la creación: “football” es la suma de “pie” y “pelota” en inglés.
Pero
verás que todo es mentira dice el tango, hay quienes dicen que el
fútbol empezó mucho antes y en Paraguay: los guaraníes –pueblo
originario que también habitó parte del territorio de lo que hoy es
Argentina, Bolivia, Brasil y Uruguay– ya jugaban a la pelota con el pie.
Los jesuitas, enviados del “Occidente civilizado” para evangelizar a
quienes ya vivían en América cuando llegaron a principios del siglo
XVII, se ocuparon de documentarlo.
“Los guaraníes inventaron el
fútbol”, se la juega la Secretaría de Cultura paraguaya: así se llama el
corto audiovisual que lanzó el organismo para contar su verdad. Este
partido, en realidad, empezó en 2010 cuando L’Osservatore Romano –el
diario oficial del Vaticano– publicó un reporte hecho por los jesuitas
de aquella época en el que se describía su juego: sobre una bolita de
arena húmeda se iban encimando capas de la pulpa del árbol Mangaisí,
parecido al caucho. Y para darle diámetro, con una bombilla de bambú
-son guaraníes, saben de bombillas- soplaban y la pelota se inflaba.
No
había arcos por aquellos años antes-de-los-ingleses: los guaraníes
salían de misa los domingos, con el pantalón negro y la camisa blanca
que había que vestir en las misiones jesuíticas, y entonces se pasaban
la pelota con el pie, trataban de controlarla, cada tanto algún
puntinazo. Había dos objetivos: que la pelota –que rebotaba bastante– no
se cayera, pero sobre todo, como en la vida misma, cansar al rival.
Ganaba el que no se agotaba,
y dicen crónicas de años como 1751 y 1777, los enfrentamientos podían
durar hasta la caída del sol. Había público y, según algunas
descripciones, hasta corrían apuestas.
En las “cartas anuas” –los
informes que los jesuitas mandaban desde Sudamérica a Roma cada año–
hablaban de la habilidad de los guaraníes para jugar a la pelota: “ mangai
” le llamaban a ese entretenimiento, según el primer diccionario de la
lengua guaraní, publicado en 1639. El nombre se había caído del árbol
parecido al caucho.
“Creemos que los ingleses pudieron haber
sacado la idea para crear el fútbol después de ver a los guaraníes que
fueron llevados a España por los jesuitas, y que pudieron haber
demostrado el juego ante la realeza, con la presencia de algún inglés
que estaba de visita”: todo ese entusiasmo reivindicador es de Máximo
Génez, concejal de la comunidad guaraní San Ignacio Guazú, de Paraguay. A
muchos allí, cuenta Máximo, les gustaría que su ciudad sea reconocida
como “la cuna del fútbol”.
Los guaraníes no fueron los únicos
latinoamericanos en jugar con una pelota: en lo que hoy es México,
Guatemala y El Salvador, había que embocarla en un aro y se le pegaba
con las rodillas, los codos y la cadera. En esas enormes canchas que
todavía quedan en Chichen Itzá, por ejemplo, se jugaba a veces no sólo
hasta el cansancio sino hasta el sacrificio de varias vidas.
En 1771, el jesuita José Cardiel publicó el libro Las Misiones del Paraguay: allí habló del juego “ manga ñembosarái ”, algo así como el nombre científico del “ mangai ”. Algo así como decirle “ orsai ” al off-side . Vayan sacando los pasajes a Rusia: en 2018 hay Mundial de Mangai.
Publicada por Revista Ñ.