Las denominadas villas miseria, bolsones de pobreza nucleados alrededor de los grandes centros urbanos y actualísimo drama social, tienen su origen en la década de 1930, cuando debido a la crisis económica que atravesaba el campo en Argentina, y a la floreciente industria nacional, se produjo una masiva migración de la población del interior del país hacia la capital.
Una de las más conocidas es el Barrio General Belgrano. Si bien este es su verdadero nombre, se la conoce más como Ciudad Oculta, a partir de que en 1978 la dictadura militar mandara construir un muro circundante para ocultar la miseria circundante a los ojos de los visitantes extranjeros.
Surgida en 1937, originalmente vivieron en ella los empleados del ferrocarril, del Mercado de Hacienda y de la industria frigorífica. María C. Cravino explica que “este proceso urbano está ligado a la etapa en que nuestro país comnienza la industrialización sustitutiva de importaciones…, la tasa de crecimiento de la población urbana fue mayor a la del crecimiento de la población industrial, lo que provocó una masa de marginados del proceso productivo o de una inserción inestable. Esto trajo aparejada una acelerada expansión del área metropolitana, junto a la consolidación de formas precarias e ‘ilegales’ del hábitat, como las villas”.
En aquel momento, y hoy día aún ocurre, las casas que conformaron estos barrios se asentaban en terrenos cedidos o apropiados ilegalmente, y estaban hechas de cartones y chapa, con pisos de tierra y techos de zinc, sin cloacas ni agua corriente.
Durante la década de 1960 las villas transformaron a la ciudad de Buenos Aires en dos áreas importantes: Retiro y el Bajo Flores, en la zona sudoeste.
La Villa 31 de Retiro nació en los años ’40 por iniciativa del gobierno peronista, como forma provisoria de albergar a inmigrantes europeos de escasos recursos. Posteriormente se construyeron, en las inmediaciones, otras casillas prefabricadas destinadas a dar albergue a los trabajadores del ferrocarril. A fines de la década de 1950 se produjeron nuevos asentamientos en las inmediaciones de esta villa, comenzando de esta manera un crecimiento explosivo de la población, cuestión que caracterizó no sólo a este si no a todos los asentamientos de este tipo.
Desde fines de la década del ’40 hasta fines de la de 1960 en la zona del Bajo Flores llegaron a aparecer diez asentamientos. Una de las primeras, en 1948, fue el Barrio Lacarra, destinado a alojar a las familias afectadas por el ensanche de la Av. Belgrano. En 1955 tomó forma el Barrio Rivadavia, ocupado por pobladores de las zonas inundables del Bajo Flores. En el ínterin, nacieron y se consolidaron otras villas, denominadas todas con números: 2, 20, 3, 1, 11, 14, 13, etc.
La población de las villas crecía rápidamente, incluso más rápido que el resto de la problación urbana. En 1960 eran habitadas por 34.430 personas; 42.462 en 1962 y 93.554 en 1966.
Entre 1976 y 1983 (recordemos que en este periodo la Argentina estuvo gobernada por una dictadura militar) la población de las villas sufrió una reducción abrupta de su población, que pasó de alrededor de 214.000 personas a 12.600.
Esta disminución se debió a una política de erradicación iniciada en 1977. El criterio de erradicación estaba basado en la necesidad de mejorar la calidad de la población porteña, apelando a la violencia. El plan abarcó a 17 villas, y las que quedaron sufrieron una reducción drástica de sus habitantes, estimada entre el 70 y el 99 por ciento.
Para 1983 en la zona norte de la ciudad el fenómeno de las villas estaba prácticamente desaparecido, quedando solo la Villa 31, cuya población había mermado, sin embargo, en un 91 por ciento.
Fuente: Historia de la economía argentina del siglo XX. Nro. 14. Migraciones internas y el movimiento obrero. Publicación del diario Página 12.
Imagen: la villa 31 de Retiro.