El título original de la nota en Infobae es mucho más marketinero: "Lo que se ocultó sobre San Martín". El tono polémico de ese título preferí obviarlo, porque el texto es en sí polémico, pero mucho más jugoso y profundo que ese título que anticipa algún escandalete de TV de la tarde, en lugar de cuestiones serias y profundas de la historia política argentina.
Disfruté mucho la lectura, espero que Uds. también!
"Estas tres figuras,
morenas, velludas, de aspecto dominante, sobre todo la de San Martín, tan gallarda que
hace pensar en Dugommier y en Kléber [generales franceses],
formaban violento contraste con el tinte lechoso, lustroso, lamido de los fashionables
belgas e ingleses". Este párrafo pertenece a un artículo titulado Los
exiliados de Bruselas, publicado en 1829 en la Revue de Paris [reproducido
por José Luis Busaniche
en su libro San Martín vivo] y es parte del relato de un columnista
sobre un encuentro en la capital belga con "el Libertador del Perú, San
Martín", en un baile, en el cual éste se hallaba en compañía de otros dos
amigos. El autor de la nota agrega: "San Martín es, sin duda alguna, uno de los hombres más completos que puedan
encontrarse: militar excelente, espíritu elevado, carácter firme, buen
padre a la manera burguesa, hombre de fácil acceso y de un atractivo personal irresistible.
Resulta inexplicable el reposo a que se
ha condenado en pleno vigor de su edad y de su genio".
Esta cita muestra dos cosas:
primero, que San Martín era una
celebridad internacional en vida, ya que nos encontramos en el año 1829
y el Libertador vivió hasta 1850. Y segundo, que ya entonces, resultaba difícil de entender el retiro
de un hombre como él del escenario de las hazañas que le habían valido la
gloria.
La historia oficial presenta sin
embargo tanto el
"renunciamiento" de San Martín (su retirada del Perú luego de
la célebre y misteriosa Entrevista de Guayaquil con Simón Bolívar, en 1822),
como su "ostracismo"
(su partida hacia Europa en 1823) como sucesos naturales, encomiables, casi
felices. "Abdicó conscientemente
al mando supremo en medio de la plenitud de su gloria, si no de su poder, sin debilidad, sin cansancio y sin enojo,
cuando comprendió que su tarea había terminado y que otros podían continuarla
con más provecho para la América. Se
condenó deliberadamente al ostracismo y al silencio, no por egoísmo ni
cobardía, sino en homenaje a sus principios morales y en holocausto a su
causa".
Este alambicado párrafo de Bartolomé Mitre –en su Historia de
San Martín, considerada como fundacional- deja demasiado sin explicar. Pasa
por alto el choque de personalidades con Simón Bolívar, los posteriores juicios
–críticos- de San Martín sobre el venezolano-, o la falta de apoyo de Buenos
Aires a la campaña al Perú –varias veces solicitado y varias veces negado.
Ni silencio ni ostracismo
Tampoco
es cierto lo del "silencio" al cual se habría condenado San Martín. Desde
Europa mantuvo correspondencia con muchos amigos, intentó regresar a Buenos
Aires en 1829, ofreció nuevamente sus servicios cuando el Río de la Plata fue
víctima del bloqueo anglo-francés, intervino ante las autoridades de Francia en
la misma ocasión para abogar por la independencia de las Provincias Unidas.
Por otra parte, todos los
sudamericanos que viajaban a Europa iban a verlo, tenía una activa vida social,
tanto en la colonia de exiliados americanos como en la sociedad europea y hasta
fue recibido con honores en la Corte de París. Y en una ocasión, estando en
Europa, se cruzó con Rivadavia y
quiso batirse a duelo con él y sólo desistió por el insistente ruego de
sus amigos.
De modo que eso del ostracismo
voluntario, el silencio y la ausencia de enojo forma parte
del "relato" de Bartolomé Mitre y tiene por finalidad borrar ciertos
episodios de la vida de San Martín, no
para cuidar la imagen del prócer –como sostienen algunos- sino para no dañar -todavía más- la de sus
adversarios, enemigos y detractores de la época.
Con este fin, se nos legó un San
Martín sin conflictos ni enemigos y
atento sólo a las batallas. Un hombre con motivaciones de orden más
místico que político. Esta "operación" la inició, como vimos, Mitre, con gran éxito, ya que casi
todos los historiadores que vinieron luego siguieron esa línea.
Por eso es sorprendente que aún
hoy haya quienes crean que su biografía es una apología de San Martín. Habrá
que pensar que no la leyeron con
suficiente atención, porque en realidad en ella se escinde en dos al
Libertador: se exalta la obra militar y se desprecia, critica o bien omite la
obra política. ¿Cómo explicar si no el siguiente párrafo?: "Estos dos
hombres [San Martín y Belgrano], que
tan mal comprendían las necesidades de su época y tan mal representaban moralmente la opinión
dominante del pueblo en cuanto a la forma de gobierno [por
ser monárquicos], fueron, empero, las dos robustas columnas en que se apoyó
el Congreso de Tucumán, los
verdaderos fundadores de la independencia argentina...".
Perseguido y vigilado
Esta cita expone la contradicción
de la operación que hace Mitre: como no tiene más remedio que reconocer la
gesta y el aporte de San Martín a la emancipación de las Provincias Unidas,
Chile y Perú, pero no puede admitir que lo hizo sin el apoyo y en algunos casos contra la opinión de su prócer favorito
que es el porteñista Bernardino Rivadavia, un hombre que prefería gastar
los fondos de la aduana en embellecer las plazas de Buenos Aires antes que
enviar refuerzos al Libertador al Perú o a Martín Güemes en el norte, entonces
el historiador opta por presentarnos la imagen de un San Martín soldado
brillante pero político mediocre.
Esta tendencia la continuaron con
ahínco sus seguidores. Al punto que las cartas que San Martín escribió a
algunos de sus amigos, como Tomás Guido y Bernardo O'Higgins, en las cuales se
quejaba amargamente de Rivadavia, responsabilizándolo por la persecución y vigilancia de que fue objeto a
su regreso del Perú, o señalándolo como uno de los autores intelectuales del asesinato de
Dorrego, fueron prolijamente censuradas en la edición de los Documentos de San Martín,
realizada por el Museo Mitre.
Los censores no tuvieron ni siquiera la delicadeza de poner líneas de puntos
para indicar la ausencia de ciertos párrafos.
Y es imposible saber hasta dónde
llegó el escamoteo, considerando que, contra la voluntad de San Martín, que
quería legar su archivo personal a Tomás Guido, éste le fue entregado a
Mitre...
Todos
los acontecimientos políticos que hoy valoramos como cruciales en la lucha por la
independencia, tuvieron a San Martín
como artífice: la revolución de
1812 contra un gobierno –el primer Triunvirato- que había olvidado que
su misión era consolidar la independencia y fundar una nueva Nación; la gobernación de Cuyo, decisiva para
direccionar los esfuerzos hacia el cruce de los Andes y la campaña a Chile; el Congreso de Tucumán, donde un puñado
de patriotas, en un contexto continental y mundial adverso, quemó las naves
declarando la Independencia.
Esto vuelve más absurdo aún el
subterfugio de elogiarlo como soldado y
negarlo como político; un sinsentido, ya que no existe hazaña militar
como la de San Martín sin una concepción política superior que la sustente.
El traslado de la capital
No sin ironía, un polemista del
siglo pasado decía que estos historiadores habían querido convertir a San Martín en "el tonto de
la espada". Es que, en la versión mitrista, San Martín hacía las
campañas militares mientras la elite porteña construía la Nación. Para sostener
esta falacia, había que borrar en la
biografía del prócer las polémicas, los conflictos y, sobre todo, las calumnias
y la persecución de que fue objeto por parte de los rivadavianos.
Como reacción a esta historia
oficial, cierto revisionismo intentó construir un San Martín federal, alineado con Artigas y los demás caudillos
provinciales. Esto tampoco se ajusta a la verdad. Es imposible encuadrar
a San Martín en la dicotomía unitarios versus federales, porque no estaba
apegado dogmáticamente a una forma de gobierno determinada. Su objetivo era la independencia, pero
también la unidad. Por eso propició gobiernos fuertes, en lo posible unipersonales, que creía eran los
más adecuados para la situación de dispersión y anarquía de las colonias
hispanas en aquellos años. En ese sentido no tuvo prurito en proponer una monarquía –constitucional por
supuesto- si ello permitía poner fin a la guerra civil y asegurar la soberanía
de las incipientes naciones.
Pero aunque no fue proclive al federalismo, tampoco participó en la guerra
contra los caudillos, cultivó la amistad de varios de ellos –Güemes,
Bustos- y hasta propuso trasladar la
capital de las Provincias Unidas al interior.
Su temprano alejamiento del suelo
natal, su formación en un medio –el militar- que en la España de entonces
estaba a la vanguardia de las ideas y de las novedades, lo pusieron a salvo de los sentimientos localistas y
sectarios que tanto pesaron en las guerras civiles posteriores a la
Revolución de Mayo. La experiencia vivida en Europa lo llevó a concebir
"soluciones" para enfrentar la dispersión geográfica, la disparidad
socio-económica y el subdesarrollo político. Las logias fueron la herramienta para hegemonizar la opinión
política y unificar el mando. La
monarquía, la solución para unir a los pueblos y asegurar la existencia
independiente de la Nación. Pero, a diferencia de los unitarios, San Martín
respetó a las provincias y no planteó
jamás la supremacía porteña.
Una gloria que resiste cualquier
revisión
Frente a la presentación de un
San Martín lavado y ajeno a todo conflicto, existe también una reacción pretendidamente desmitificadora,
consistente en negar o relativizar sus
méritos. Una tendencia de moda es la de atribuir el lugar que San Martín
ocupa en la historia a una
"construcción", un "relato", una "invención"
de historiadores. Es algo lógico en un momento como el actual que se
caracteriza por un debate político
vaciado de valores y de convicciones, hundido en un pragmatismo grosero.
Pero en
realidad, además de que la crónica de la época demuestra que San Martín fue reconocido en vida (ver la Necrológica que le dedicaron en Francia)
–aunque en su propia Patria el agradecimiento oficial se haya demorado-, si se
llenan las lagunas dejadas por la historia oficial, si se revisa la acción
política y estatal de San Martín, si se iluminan las polémicas en las que se
vio envuelto, el resultado no hará sino engrandecerlo.
Ver la nota publicada por Infobae.