El campo en Austria, cerca de la frontera con Checoslovaquia, fue
construido originalmente para tropas que realizaban ejercicios
militares.
Ahí, a los confines del Reich, fue a parar un grupo de prisioneros
aliados en la II Guerra Mundial tras ser derrotados en la Batalla de
Francia. Pero su historia, que fue recordada recientemente en París, es
una de ésas que hablan de esfuerzos extrarodinarios.
Había 40 barracas, 20 a cada lado de un pasillo
central. El terreno estaba rodeado por dos líneas de alambre de púas y
el perímetro, iluminado por focos.
Escapar parecía casi imposible. Casi. Y es increíble que se pudiera ver algo. Pero gracias a un ingenio y astucia excepcionales, los hombres filmaron su esfuerzo.
Este material de archivo es tan profesional que
la primera vez que se observa es fácil creer que se trata de una
reconstrucción de posguerra.
De hecho, es un documental de 30 minutos llamado
"Cladestinamente", que fue filmado en secreto por los propios presos y
divulgado por primera vez en 1946.
Arriesgando sus vidas, lo grabaron con una
cámara secreta que construyeron a partir de piezas que metieron al campo
ocultas en salchichas.
Los prisioneros habían descubierto que los soldados alemanes sólo
controlaban la comida al cortarla por la mitad. Así que escondieron las
piezas en los extremos.
Después de armarla, guardaron la cámara en un
diccionario ahuecado en la biblioteca del campo. Los rollos de 8mm los
llevaban ocultos en los tacones de los zapatos.
La filmación da una idea de las condiciones de
vida dentro del campo. La poca comida, las búsquedas sin previo aviso.
Lo filmaron todo, incluso bajo las narices de los guardias.
Túnel tras túnel
El teniente Jean Cuene Grandidier estuvo preso allí y formaba parte del comité de escape. El mes pasado cumplió 100 años.
"Cavamos una serie de túneles desde los refugios donde nos alojábamos", aseguró.
"Era visto como una forma de resistencia
–agregó–. Nunca nos castigaban. Los alemanes parecían aceptarlo. La
distancia al alambre era demasiado grande. Y, en cualquier caso, los
guardias eran inteligentes. Siempre encontraban los túneles que
empezábamos, buscaban la tierra que sacábamos".
La película muestra a los prisioneros abriendo uno de los 32 túneles excavados en el campo Oflag 17A.
No había trabajo forzoso, por lo que los presos pasaban gran parte del día estudiando. La enseñanza era impartida por oficiales
franceses de alto rango, en su momento algunos de los hombres más
intelectuales de ese país. Y tal fue la calidad de lo que enseñaban, que
muchas calilficaciones fueron reconocidas tras la guerra por las
autoridades civiles.
Pier Vandedrais, cuyo padre también fue un prisionero, nos mostró los planos del túnel que finalmente funcionó.
Los alemanes habían permitido que los oficiales
construyeran un teatro, conocido como el Teatro de la Vegetación. Lo
decoraron con ramas, ocultando parcialmente la visual de los guardias.
El teatro estaba entre las barracas, los cuarteles y los alambres.
Palas cruciales
La Cruz Roja Internacional se había quejado de que el campo carecía
de protección contra ataques aéreos, por lo que los prisioneros
recibieron palas para cavar trincheras.
En una, junto al teatro, comenzaron el túnel que se extendería bajo el alambre.
"Había matemáticos, geólogos, arquitectos", dijo Vandedrais. "Tenían la experiencia necesaria. Los
desnutridos hombres cavaron 90 metros bajo tierra. Lo suficiente como
para salir del lado de afuera, a pocos metros del segundo alambre de
púa".
Dentro del campamento había una planificación
meticulosa. Un equipo debía confeccionar la ropa de civil para usar
fuera del campo. Otros falsificaban documentos de identidad para evitar
ser capturados. Y esta vez, la tierra quedó oculta en los asientos de su
teatro.
El 17 de septiembre de 1943 los hombres estaban
listos para partir. Los alemanes habían cancelado la rutina de pasar
lista. Un grupo grande se fue la primera noche. La desaparición pasó
desapercibida, así que la noche siguiente fue otro grupo.
"La corta longitud del túnel y el número de
personas en el interior hacía que tuvierámos que estar en posición
fetal", dijo Grandidier.
"Había tan poco aire. Algunos de los hombres se
desmayaron. Esperamos casi 10 horas para salir, todo el tiempo
imaginando lo peor: un pelotón de fusilamiento alemán esperando al final
del túnel".
Una vez que salieron, cada uno recibió la instrucción de no viajar juntos y de hacerlo en diferentes direcciones.
Invitación alemana
Algunos de los presos fueron recapturados incluso antes de que la
fuga fuera descubierta. Y 126 en total volvieron al campo en la primera
semana. Apenas dos lograron volver a Francia. Y sólo Grandidier está
vivo.
Para celebrar su cumpleaños número 100 el mes
pasado, fue reconocido por la ciudad de París. Lleva la más alta
condecoración de Francia: la Legión de Honor.
En 1943 llegó a Viena, donde trabajó como
enfermero en un hospital. Trataba a los soldados alemanes de
enfermedades venéreas. Finalmente consiguió alcanzar la capital
francesa.
Viajó con oficiales alemanes en tren, y en la plataforma en París uno de ellos ofreció llevarlo a casa...en un auto oficial.
El regreso a casa no fue suficiente. En pocas semanas se unió a la Resistencia.
La de Oflag17A fue la mayor fuga de la Segunda Guerra Mundial, pero con implicaciones para intentos posteriores.
Significó que en 1944, 50 de los 76 aviadores
que escaparon de Stalag III en Polonia, conocido como El Gran Escape,
fueran ejecutados por orden de Hitler.
Noticia publicada por BBC Mundo.