Me encontré con esta historia fantástica. Busqué por el nombre de Trusevich y aparecen enlaces de noticias contando la historia con algún que otro matiz distinto, pero esencialmente la misma. Espero que la disfruten, es realmente conmovedor el relato.
La historia del fútbol mundial incluye miles de episodios emotivos y
conmovedores, pero seguramente ninguno sea tan terrible como el que
protagonizaron los jugadores del Dinamo de Kiev en los años 40. Aquí
está la historia de los jugadores del Dínamo que jugaron un partido
sabiendo que si ganaban serían asesinados, y sin embargo decidieron
ganar. En la muerte dieron una lección de coraje, de vida y honor, que
no encuentra, por su dramatismo, otro caso similar en el mundo.
Para comprender su decisión, es necesario conocer
cómo llegaron a jugar aquel decisivo partido, y por qué un simple
encuentro de fútbol presentó para ellos el momento crucial de sus vidas.
Todo comenzó el 19 de septiembre de 1941, cuando la
ciudad de Kiev (capital ucraniana) fue ocupada por el ejército nazi, y
los hombres de Hitler desplegaron un régimen de castigo sin piedad y
arrasaron con todo. La ciudad se convirtió en un infierno controlado por
los nazis, y durante los meses siguientes llegaron cientos de
prisioneros de guerra, a los que no se permitía trabajar ni vivir en
casas, por lo que todos vagaban por las calles, en la más absoluta
indigencia. Entre aquellos soldados enfermos y desnutridos, estaba
Nikolai Trusevich, quien había sido portero del Dinamo de Kiev.
Josef Kordik, un panadero alemán a quien los nazis
no perseguían, precisamente por su origen, era hincha fanático del
Dinamo. Un día caminaba por la calle cuando, sorprendido, miró a un
pordiosero y de inmediato se dio cuenta de que era su ídolo: el gigante
Trusevich.
Aunque era ilegal, mediante artimañas, el
comerciante alemán engaño a los nazis y contrató al arquero para que
trabajara en su panadería. Su afán por ayudarlo fue valorado por el
arquero, que agradecía la posibilidad de alimentarse y dormir bajo un
techo. Al mismo tiempo, Kordik se emocionaba por haber hecho amistad con
la estrella de su equipo.
En la convivencia, las charlas giraban siempre
sobre el fútbol y el Dinamo, hasta que el panadero tuvo una idea genial:
le encomendó a Trusevich que en lugar de trabajar como él amasando pan,
se dedicara a buscar al resto de sus compañeros. No sólo le seguiría
pagando, sino que juntos podían salvar a los otros jugadores.
Esta es la única foto que se conserva de aquellos
jugadores que no se doblegaron ante los nazis y hoy se los recuerda como
héroes.
El arquero recorrió lo que quedaba de la ciudad
devastada día y noche, y entre heridos y mendigos fue descubriendo, uno a
uno, a sus amigos del Dinamo. Kordik les dió trabajo a todos,
esforzándose para que no se descubriera la maniobra. Trusevich encontró
también algunos rivales del campeonato ruso, tres futbolistas del
Lokomotiv, y también los rescató. En pocas semanas, la panadería
escondía entre sus empleados a un equipo completo.
Reunidos por el panadero, los jugadores no tardaron
en dar el siguiente paso, y decidieron, alentados por su protector,
volver a jugar. Era, además de escapar de los nazis, lo único que podían
hacer. Muchos habían perdido a sus familias a manos del ejército de
Hitler, y el fútbol era la última sombra que sobrevivía de sus vidas
anteriores.
Como el Dínamo estaba clausurado y prohibido, le
dieron a su conjunto un nuevo nombre. Así nació el FC START, que a
través de contactos alemanes comenzó a desafiar a equipos de soldados
enemigos y selecciones de la órbita del III Reich.
El 7 de junio de 1942, jugaron su primer partido.
Pese a estar hambrientos y haber trabajado toda la noche, vencieron 7 a
2. Su siguiente rival fue el equipo de una guarnición húngara y le
ganaron 6 a 2. Luego le metieron 11 goles a un equipo rumano. La cosa se
puso seria cuando el 17 de julio enfrentaron a un equipo del ejército
alemán y lo golearon 6 a 2. Muchos nazis empezaron a molestarse por la
creciente fama de este grupo de empleados de panadería y le buscaron un
equipo mejor para terminar con ellos. Llego MSG húngaro con la misión de
derrotarlos, pero el FC Start lo aplastó 5 a 1, y más tarde, ganó 3 a 2
en la revancha.
El 6 de agosto, convencidos de su superioridad, los
alemanes prepararon un equipo con miembros de la Luftwaffe, el Flakelf,
que era un gran equipo, utilizado como instrumento de propaganda de
Hitler. Los nazis habían resuelto buscar el mejor rival posible para
acabar con el FC Start, que ya había ganado gran popularidad en el
pueblo sometido. La sorpresa fue mayúscula, sin embargo, porque pese a
las patadas de los alemanes, el FC Start venció 5 a 1.
Luego de esa escandalosa caída del equipo de
Hitler, los alemanes descubrieron la maniobra del panadero. Desde Berlín
llego la orden de matarlos a todos, pero los jerarcas nazis no se
contentaban con eso. No querían que la última imagen de los rusos fuera
una victoria, porque pensaban que matándolos así no harían más que
perpetuar la derrota alemana.
La superioridad de la raza aria, en particular en
el deporte, era una obsesión para Hitler y los altos mandos. Por esa
razón, antes de fusilarlos, querían ganarles en la cancha.
Con un clima tremendo y amenazas por todas partes,
para el 9 de agosto se anuncio la revancha, en el repleto estadio Zénit.
Antes del choque, un oficial de la SS entró en el vestuario y dijo en
ruso: “soy el árbitro, respeten las reglas y saluden con el brazo en
alto”, exigiéndoles que hicieran el saludo nazi.
Ya en el campo, los futbolistas del START (camiseta
roja y pantalón blanco) alzaron el brazo, pero en el momento del saludo
se lo llevaron al pecho y en lugar de decir “¡Heil Hitler!”,
gritaron”¡Fizculthura!”, un eslogan soviético que proclamaba la cultura
física. Los alemanes (camiseta blanca y pantalón negro) marcaron el
primero gol, pero el Start llegó al descanso ganando 2 a 1.
Hubo más visitas al vestuario, esta vez con armas y
advertencias claras y concretas: “si ganan, no queda nadie vivo”. Los
jugadores tuvieron mucho miedo y se plantearon no salir al segundo
tiempo. Pero pensaron en sus familias, en los crímenes que se cometían,
en la gente sufrida que en las tribunas gritaba por ellos. Y salieron.
Les dieron a los nazis un verdadero baile. Hacia el final del partido,
cuando ganaban 5 a 3, el delantero Klimenko quedo mano a mano con el
arquero alemán. Lo eludió y al estar solo frente al arco, cuando todos
esperaban el gol, se dio vuelta y pateó hacia el centro del campo. Fue
un gesto de desprecio, de burla, de superioridad total. El estadio se
vino abajo.
Como todo Kiev hablaba de la hazaña, los nazis
dejaron que se fueran de la cancha como si nada hubiera ocurrido.
Incluso el Start jugó a los pocos días y le ganó al Rukh 8 a 0. Pero el
final estaba escrito: tras ese último partido, la Gestapo visitó la
panadería una semana después y los miembros del equipo fueron acusados
de ser espías de la NKVD. Esta acusación basaba su fundamento en que el
Dínamo era un club asociado a la policía secreta. Pero, cualquier cosa
hubiese valido.
El primero en morir torturado fue Kortkykh. Los
demás arrestados fueron enviados a los campos de concentración de
Siretz. Allí mataron brutalmente a Kuzmenko, Klimenko y al arquero
Trusevich, que murió con su camiseta puesta. Goncharenko y Sviridovsky,
que no estaban en la panadería, fueron los únicos que sobrevivieron,
escondidos, hasta la liberación de Kiev en noviembre del 43. El resto
del equipo fue torturado hasta la muerte.
En el estadio al día de hoy hay una placa que
recuerda a estos jugadores con una inscripción que dice: “A los
jugadores que murieron con la frente en alto ante el invasor nazi”.
Esta es la historia del dramático “Partido de la
Muerte”. El cineasta John Huston se inspiró en este hecho real para
rodar su película “Escape a la victoria” en 1981, pero ambientada en
París y no en Kiev. En el film hizo lo que no pudo el destino: salvar a
los héroes.
Todavía hoy, los poseedores de una entrada para
aquel partido tienen derecho a un asiento gratis en el estadio del
Dinamo de Kiev. En las escalinatas del club, custodiado en forma
permanente, se conserva actualmente un monumento que saluda y recuerda a
aquellos héroes del FC Start, los indomables prisioneros de guerra del
Ejército Rojo a los que nadie pudo derrotar durante una decena de
históricos partidos, entre 1941 y 1942.Los mataron entre torturas y
fusilamientos, pero hay un recuerdo, una fotografía que, para los
hinchas del Dinamo, vale más que todas las joyas del Kremlin. Allí
figuran los nombres de los jugadores y una leyenda: “De la rosa solo nos
queda el nombre”.
Publicada por Número Ocho Web.