Alfonso el Sabio y la economía dirigida - 2 parte

Estas dos corrientes emigratorias, de las que hablábamos en la entrada anterior, coincidieron con otros dos procesos sociales de graves proyecciones económicas: el desenfrenado gusto por la vida regalada y por el lujo y las maniobras de mercaderes y menestrales nacionales y foráneos para pescar provechos y logros en el río revuelto del país.

Era tradición en Castilla y León la devoción por la riqueza mueble: joyas, lujosos paños, ricas monturas y bellas armas: el despliegue vital y cultural en el siglo contribuye a exaltar esa vieja flaqueza nacional (sic).

En las grandes conquistas que siguieron a Las Navas muchos se enriquecieron y muchos obtuvieron cargos y prebendas, y ese enriquecimiento o mejoría de posición provocaron, durante las primeras jornadas de la euforia colectiva, una orgullosa apetencia de ostentación y regalo.

El espíritu de imitación de las costumbres y de los ideales de los nobles, que triunfaba en un país de ciudades que empezaban a ser regidas por una minoría caballeresca, movió a no pocos a intentar emular o acercarse a los magnates, en sus trajes, joyas y vida privada.

Esta aspiración contribuyó a agravar los males económicos del reino, porque se acrecentó la demanda de productos importados y se favoreció, por ende, la huida de metales preciosos. Porque aumentó a la par el consumo de objetos manufacturados del país e incluso de materias primas, en momentos en que era menor el número de los que trabajaban la tierra y generaban riqueza.

Fuente: España, un enigma histórico. T II, Cap. III. Alfonso el sabio y la economía dirigida. Claudio Sánchez Albornoz.