El sitio arqueológico se llama Arroyo Seco 2 y está ubicado dentro del
partido bonaerense de Tres Arroyos. Descubierto por aficionados en la década de
’70, ha sido cuna de algunos de los hallazgos más pretéritos de la región,
pasando los 12.500 años. Ahora, el análisis radiocarbónico –que mide
las concentraciones del elemento químico carbono 14- de un hueso de caballo y
otros materiales confirma un fechado aún más antiguo: 14 mil años.
Las conclusiones se publicaron días atrás en la revista PLoS ONE.
“Estoy a cargo de las excavaciones de ese lugar desde hace tres décadas, y
si bien no se han encontrado restos humanos de esta antigüedad, este hueso
largo de caballo americano extinto tiene marcas muy claras de acción antrópica:
una fractura producto de un golpe contra un yunque”, explica Gustavo Politis,
investigador superior del CONICET y director del Instituto de Investigaciones
Arqueológicas y Paleontológicas del Cuaternario Pampeano (INCUAPA,
CONICET-UNICEN), donde dirige un grupo dedicado al estudio de la región
pampeana.
Si bien el material óseo se encontró hace algunos años, en el marco de este
trabajo fue sometido a un método de datación radiocarbónica mediante el uso de
un acelerador
de partículas en Estados Unidos. “Lo que se analizó de manera
muy precisa es el colágeno del hueso, y el resultado indica que vivió hace 14 mil años,
lo cual reconfirma la hipótesis de presencia humana ya en ese entonces”, señala
Politis, que realizó toda su formación académica en la Facultad de Ciencias
Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata, donde todavía es
profesor y además encabeza otro grupo de investigación sobre la arqueología del
Delta del Río Paraná.
Aunque afirma que eso es mucho tiempo para lo que se conocía de ocupación
humana en esta parte del planeta, reconoce que a esta altura no es algo
insospechado. “Primero, porque ya habíamos encontrado otras piezas de esa antigüedad,
específicamente restos de un megaterio, un perezoso gigante que
habitó América durante ese período”, enumera Politis, y continúa: “Y en segundo
lugar, por el antecedente de Monte Verde, un sitio arqueológico chileno
aproximadamente de la misma antigüedad y que se estudia hace 30 años”.
De esta manera –explica el especialista- se va consolidando la teoría de una
gran antigüedad para la presencia humana del cono sur, junto con otros sitios
de Santa Cruz datados entre 13 y 12.500 años atrás, como Piedra Museo, Cerro
Tres Tetas y cueva Casa del Minero. “Creemos que Arroyo Seco está vinculado a
la primera expansión humana desde el nordeste asiático en América. No creo que
sea lo más antiguo; ya
que conforme avanzan las investigaciones podrían aparecer registros anteriores,
pero hay que tener en cuenta que no eran sitios de ocupación prolongada, y por
lo tanto es difícil visibilizarlos”, argumenta.
De acuerdo a las investigaciones sobre el tema, estos primeros grupos
humanos serían cazadores recolectores de hábitos nómades que habrían
vivido en pequeños campamentos. Nunca se hallaron restos de proyectiles de
piedra, que sí han aparecido en cantidad en yacimientos más recientes. En ese
sentido, Politis reflexiona: “Quizá utilizaban puntas de lanza de madera, y por
eso no se han conservado. Lo que sí se ha podido determinar es que esta gente
hacía visitas frecuentes a las sierras de Tandilia, distantes a 150 kilómetros,
para proveerse de materia prima. Entonces seguramente emplearían algún
instrumento cortante, imprescindible si cazaban y comían grandes mamíferos”.
El poblamiento americano ha sido un tema de debate desde fines del siglo
XIX. Según explica Politis, las evidencias de Arroyo Seco 2, junto con las de
Patagonia y Chile, muestran el final de la expansión del Homo sapiens
en el mundo. “Son datos que contribuyen a la idea de que los seres humanos
llegaron a América después de la última glaciación, producida hace entre 22 y
18 mil años. Creemos que empezaron a arribar desde Asia cuando los hielos se fueron
derritiendo, bordeando litoralmente la costa pacífica en algún medio de
navegación hasta lo que hoy es EEUU y México, y de ahí se expandieron
relativamente rápido por el continente”, concluye.
Publicada por CONICET.