Un acercamiento a las cuestiones políticas relativas a la Reforma Protestante

Si bien la Reforma tiene un significado político profundo, es preciso también señalar que, según Tenenti, la iniciativa de hombres como John Wyclif o Geert Groote y otros pre reformadores; y más adelante el propio Martín Lutero y los que de distintos modos y por distintos caminos atacaron, fueron esencialmente concepciones dogmáticas, rituales y sacramentales propias de la Iglesia Católica, junto con concepciones culturales derivadas de aquellas, como por ejemplo el tema de la virtud de la pobreza, tan instalado por su funcionalidad con el sistema feudal durante la Edad Media.

Es decir, que el clima reformista no llegó de un momento a otro con Lutero, sino que fue un proceso largo que se gestó desde dentro de la propia Iglesia, que ya no colmaba las expectativas de los fieles en muchos aspectos. Aunque está bien aclarar que las profundas consecuencias de la Reforma se experimentaron también en ámbitos externos a la Iglesia, como veremos. 

De hecho, las 95 Tesis de Wittemberg aparecen sobre el final de la década de 1510, y ya desde la Peste Negra del siglo XIV se empieza a cuestionar el papel de la Iglesia en la cuestión de la muerte y de la eternidad. Debemos recordar que, para el hombre simple, la Iglesia todo lo administraba, incluso la muerte. De modo que este acontecimiento devastador vino a poner en entredicho esta concepción. 

Yendo al punto a tratar, la Reforma va a cuestionar aspectos tanto de la Iglesia Católica como del Imperio, que entrarán en crisis. 

De la Iglesia, en particular se va a cuestionar la institución papal, aparecerá la cuestión acerca de si el Papa es infalible, si tiene autoridad absoluta, y si su poder es realmente universal. En los hechos, desde hacía más de mil años la Iglesia gobernaba la vida de los fieles desde esta perspectiva. 

Esta discusión sobre la autoridad y poder del Papa traerá también a colación el tema de las libertades, que analizamos antes de acuerdo con los postulados de Braudel. 

Por otra parte, también el Sacro Imperio Romano Germánico quedará cuestionado. Esta estructura de dominación territorial, que incluía a Roma y Alemania entró en conflicto con el surgimiento y consolidación de los Estados absolutistas nacionales que, aunque estructuras menores, le disputan espacios territoriales y poder. 

Las razones por las que cada una de estas estructuras es cuestionada son diferentes. Por el lado del Papado se puede decir que el origen del cuestionamiento se halla, a nuestros fines, en las Noventa y cinco Tesis de Lutero. Casi inmediatamente los clérigos alemanes comienzan a reclamar un concilio alemán en el que discutir dichos postulados, que apuntaban a revitalizar la religión. 

Sin embargo, el Papa encontró elementos sacrílegos en 41 de las 95 Tesis, citó a Lutero en Worms, éste se negó, tampoco se retractó y fue excomulgado y expulsado del imperio. Sin embargo, Lutero contaba con la protección de Federico, Príncipe Elector de Sajonia, más interesado en cuestiones políticas y territoriales que religiosas. En este contexto, Worms tenía –entre otros objetivos- la meta propuesta por el Papado y el Sacro Imperio de cerrar las filas del cristianismo para enfrentar a los turcos. 

El fracaso de Worms llevó a la convocatoria del Concilio de Trento, en el cual los obispos intentaron fijar políticas papales, al tiempo que el clero alemán y los príncipes protestantes celebraban su propia reunión, en la que resolvieron oponerse también a la convocatoria de un Concilio General. 

Por el lado del Imperio, el cuestionamiento proviene de los príncipes, interesados en dominar sus territorios, dominación impedida por la preeminencia y sujeción que ejercía el emperador. 

Finalmente, el entrecruzamiento de las razones religiosas y políticas que promovieron la Reforma, y un atisbo sobre las profundas que ésta provocó, podemos encontrarlas en la siguiente explicación de Tenenti:
“Con la ayuda de los príncipes, Lutero no dudó en constituir una auténtica iglesia diferente de la de Roma (…) no se podía encontrar una prueba más palmaria y decisiva de la pérdida de prestigio y de autoridad del pontífice romano (…) Anteriormente, los soberanos tampoco había tolerado que las diversas creencias o doctrinas contrarias a la común ortodoxia se implantasen en su territorio (…) Ahora, un número cada vez más importante de príncipes no vacilaba en abrazar una forma de religión nueva y muy discordante, hasta el punto de exigir a sus súbditos que lo siguiesen e imitasen”

Con la adhesión de los príncipes alemanes y la posición firme del emperador Carlos V el único camino posible era la guerra que, finalmente, tuvo muchísimas implicancias, entre ellas la dimisión del propio Carlos a los tronos imperial y de España.