Alfonso el Sabio y la economía dirigida - Última Parte


La reconquista había sido en gran parte el duelo perdurable entre la oveja cristiana y el caballo árabe. Con la victoria de León y Castilla y con la ocupación de La Mancha, Extremadura y Andalucía, la oveja triunfó sobre el caballo . Y Alfonso X consagró tal victoria con la organización del “Honrado Concejo de la Mesta”.

La trashumancia era quizás tan antigua en España como la oveja. Le dieron origen sin duda las agudas diferencias climáticas que separan las diversas regiones peninsulares.

Las leyes visigodas atestiguan ya su gran desarrollo. La invasión musulmana y la reconquista cristiana debieron interrumpirla (a la trashumancia) o dificultarla mucho durante siglos.

El uso de la oveja como moneda de cuenta en los pagos públicos y privados del reino asturleonés acredita ya el medro, en él, del pastoreo durante el siglo X. El avance de la frontera hasta el valle del Tajo debió ofrecer a los ganaderos de la fría meseta castellano leonesa las esperanza de hallar pastizales de invierno en las tierras templadas del sur de la Sierra.


La conquista y repoblación de La Mancha, Andalucía y Extremadura brindó en el siglo XIII a la codicia de los rabadanes del norte enormes extensiones sin cultivo que poder aprovechar con sus ovejas, y a tal fin comenzaron a practicar la trashumancia en gran escala.

Para conseguir el aprovechamiento de las muchas tierras yermas de sus reinos y a la par favorecer la producción de lana en sus estados y para promover en ellos la fabricación de nuevos tejidos, en 1273 reunió a todos los pastores de Castilla y León en una asociación de ámbito nacional: la Mesta , y les dio carta de privilegio.


A partir de esa fecha, la industria ganadera se desenvolvió como industria, más que protegida, mimada por los reyes. Aumentó el número de ovejas, mejoró la clase de las mismas (inserción de la oveja de los benimerines, cruza y obtención de la merino) y por ende mejoró también la calidad de las lanas de ellas obtenidas. La ganadería llegó a constituir uno de los pilares de la economía nacional durante siglos. E influyó decisivamente en la organización económica de España.


Ya muy avanzado su reinado, el Rey Sabio volvió a legislar sobre el comercio exterior. En 1281 los mercaderes le entregaron la suma de cien mil maravedís como indemnización por los daños sufridos por el erario real, y Alfonso X dispuso que, pagados los diezmos de las mercaderías que trajesen al país, pudiesen andar salvos y seguros sin ser inquietados. Condonó multas, les liberó del pago por los objetos de uso personal o destinados a regalos personales que trajesen al reino y les autorizó a comprar y exportar las mercaderías nacionales cuya saca no estuviera prohibida.


Quizás procuró además alentar la consagración de sus súbditos a las empresas comerciales, protegiendo sus exportaciones.


Esa libertad otorgada a los mercaderes nacionales de sacar del reino sin pagar aduanas de salida, productos del país por el valor de las que por mas hubiesen traído debía ser ya remota para ser considerada “uso y costumbre”, como decían los comerciantes, en 1351. Ni en las cortes de Jerez de 1286 ni en sus derechos burgaleses de 1281 Alfonso X, al legislar para los mercaderes nacionales y extranjeros aludió a tales exenciones.


La intervención de Alfonso el Sabio en la economía de Castilla fracasó. No pudo ser frenada el alza del costo de vida, provocado por la devaluación de la moneda, resultado a su vez: de la huida del reino de gran cantidad de metales nobles en pagos de la ambiciosa política internacional del soberano y de enorme volumen alcanzado por las importaciones. El remedio no podía lograrse con leyes suntuarias y de tasas, ni con la prohibición de sacar del reino oro, plata, productos alimenticios diversos o mercancías de valor militar. Habría sido precisa una poda total en los gastos del Estado, con renuncia a los sueños imperiales de Alfonso y una gran penitencia en las importaciones. Ninguna de las dos políticas se llevó a cabo. No se quiso o no se pudo renunciar a los paños extranjeros ni a las saneadas rentas de aduana que su ingreso en el país procuraban al erario. Tampoco se quiso o se pudo entrar en razón por lo que hacía a los gastos improductivos y sin rendimiento inmediato. Y no era posible frenar los que implicaban la extensión o aseguramiento de las fronteras contra el moro, únicos legítimos y urgentes.


La inflación continuó dificultando la vida en Castilla, porque era fácil burlar las disposiciones sobre precios máximos y las leyes suntuarias.


A la muerte de Alfonso X quedaban en pie y agudizados todos los problemas económicos que él intentó pero no pudo resolver .

Fuente: España, un enigma histórico. T II, Cap. III. Alfonso el sabio y la economía dirigida. Claudio Sánchez Albornoz.


Imagen: Paisaje de Extremadura. De Extremadura 24 Horas.