La repoblación del valle del Duero: aspectos económicos 2

El clima de la zona recién poblada imponía el cultivo de los cereales y las leguminosas de secano, hacía posible el de la vid y en tierras bien regadas permitía la horticultura y el trabajo del lino.

La abundancia de tierras yermas y la falta de brazos dieron sin embargo, en el valle del Duero, con frecuencia, el triunfo a la ganadería sobre la agricultura.

Esto se puede ver a través de:

a) Los registros de números de cabezas de ganado que nos brindan algunos inventarios.
b) Las estadísticas que los documentos permiten trazar del valor de estimación de las diversas especies de animales domésticos.
c) Cambio en el derecho. En el derecho germánico no se conocía la gratuita cesión de bienes; pero los documentos muestran centenares de donaciones.
d) Las noticias que sobre bustos, vacarizas, dehesas de pastos, etc., se hallan en los textos, particularmente castellanos.

Fueron muy frecuentes las disposiciones de los condes de Castilla otorgando dehesas de pastos a diversos cenobios o concediéndoles derechos a pastorear en los montes o defesas de las comunidades locales.

Para poder enfrentar a la poderosa caballería musulmana, se apuntó especialmente a la cría caballar; lo atestigua la alta valoración alcanzada por los caballos, especialmente en tierras de León y Castilla. Superaba desproporcionalmente al de las otras especies de animales domésticos y a veces a los mismos objetos de lujo.

Eran muy apreciadas las mulas, abundaba el ganado vacuno, no faltaban el porcino ni el hircino (1), y en las llanuras alcanzó el ovino tal importancia que la oveja llegó a emplearse como moneda de cambio y de cuenta con el sueldo de plata y el modio de trigo. No dejaron de criarse palomas, ánades y grullas.

Se dio también la explotación de las diversas y muy ricas salinas castellanas. Pozos y eras de sal fueron trabajadas por moradores en las aldeas próximas.

Algunos grandes monasterios lograron de los condes de Castilla derechos de explotación más o menos amplios, a veces casi monopólicos, en algunas salinas. No se puede dudar del importante desarrollo generado alrededor de la sal.

En León empiezan a documentarse mercados, y no solo en la sede regia, sino también en lugares sin relieve demográfico e incluso en minúsculas aldeas. Hay noticia de mercados en León, Ceia, Abelda, Giles, Ameyugo y Burgos, también aparecen tiendas en centros urbanos como León y Burgos.

Este cuadro puede movernos al error. Refleja una abultada imagen de la vida económica muchas, muchas décadas después de iniciada la repoblación y, sin duda, hipertrofia la realidad. Desierta la tierra, su colonización exigió un lento y paciente esfuerzo.

Siempre quedaron grandes claros desiertos. Nunca se agotó del todo la enorme sed de hombres de esa tierra. La vida económica hubo de ser embrionaria.

En el valle del Duero fue desarrollándose lentamente una economía agraria y ganadera que sin mostrar todos los relieves de la economía natural se le acercaba: conoció un muy frecuente trueque de objetos por objetos y carecía de moneda acuñada peculiar. El cambio directo de objetos por objetos se practicó incluso en la adquisición de bienes raíces y ganado.

Llevada a cabo la repoblación por una sociedad no jerarquizada –solo Galicia lo estaba parcialmente- y falta de fuerzas humanas de trabajo, no pudo surgir en el valle del Duero una sociedad señorialmente articulada en unidades de extensión suficiente y con suficiente sustento humano colonático para que, dentro de ellas, hubiera podido producirse el proceso eterno de creación, distribución y consumo de la riqueza.

No se admite hoy que en el imperio carolingio se viviera en un régimen de economía cerrada, de tipo señorial. No se admite que triunfase de un modo exclusivo un régimen económico articulado sobre la base de autárquicas unidades construidas por los grandes señoríos rurales. Pero no se niega el papel predominante desempeñado por estos en la vida económica y se reduce a límites precisos los intercambios que desbordaban las fronteras de los mismos.

Es evidente el contraste de la articulación social allende los Pirineos con la característica del valle del Duero.

Por la misma naturaleza de las adquisiciones originarias de las iglesias y cenobios, que recibían tierras en lugares de ordinario alejados entre sí, fue lenta y difícil la unificación de sus dominios territoriales. Pero más lenta y difícil fue aún la formación de los dominios nobiliarios, por los peculiares métodos de formación de los mismos: herencias, matrimonios, compras; el ejercicio de las funciones de gobierno, abusos de autoridad… Y porque su paulatina acumulación tropezaba además con los sucesivos colmelli divisionis o repartos de las herencias familiares.

No se debe olvidar que la mayor parte de las villa, villula, hereditates, hereditatelias que iban integrando patrimonios de nobles y eclesiásticos no estaban habitados por siervos ni por ningún otro género de labradores en situación de dependencia. Son muy escasos los testimonios documentales de siervos en el valle del Duero.

Consta, sí, que muchos de los patrimonios de las dos aristocracias, laica y clerical, se formaron por la acumulación de pequeñas parcelas recibidas de pequeños propietarios libres, de ellos adquiridas o a ellos arrebatadas.

¿Qué entendían concretamente por villa castellanos y leoneses del siglo X? En muchos casos con tal palabra aludían a un fundo de no muy gran extensión, explotada por un grupo de labriegos, con frecuencia no totalmente asentados en ella.

No podemos por tanto pensar en la existencia de una economía señorial en tierras leonesas, y en Castilla es aún menos imaginable. Solo en muy reducido número existían en ella propietarios laicos o eclesiásticos dueños de importantes dominios territoriales.

Los documentos procedentes de Otero de Las Dueñas permiten seguir paso a paso la formación de los dominios de dos nobles leoneses, Pedro Flainiz y Fruela Muñoz, durante la primera mitad del siglo XI. Compraron numerosas propiedades, cambiaron algunas por otras que, cabe suponer, limitarían con el núcleo central de sus bienes y recibieron no pocas de las siguientes formas:
a) de litigantes obligados a pagarles pro suo iudicato
b) de quienes habían sido eximidos de prestar la peligrosa ordalía del agua caliente (2)
c) de quienes habían recibido o esperaban recibir su ayuda en un concilio o asamblea judicial
d) de testigos falsos, condenados por haberlo sido
e) de homicidas, raptores, asaltantes, ladrones… en pago de una pena pecuniaria
f) De fiadores del cumplimiento de promesas fácticas o de deudas y de quienes no podían levantar créditos con ellos contraídos.
g) De inductores de robos en sus casas o en las ajenas
h) De quienes habían cometido delitos sexuales
i) De quienes quebrantaban los límites de algunas propiedades o se apoderaban de otras
j) De alguien a quien uno de los condes “tobo ad comenda en su Kasa”, etc.

En el valle del Duero, aún después del lento esfuerzo de concentración territorial, las propiedades laicas y eclesiásticas seguían integradas por bienes dispersos, dentro de los cuales no podían realizarse la triple tarea de producción, distribución y consumo de la riqueza.

La repoblación había dado origen a una economía agraria y ganadera que, sin acercarse a la economía de mercado, que había de caracterizar otra etapa de la historia económica europea, se basaba en forzosos intercambios dentro del cuadro total del reino. Solo esa realidad explica la proliferación de mercados en centros rurales sin relieve urbano alguno y la temprana aparición de tiendas.

Lo rudimentario de la vida económica surgida en el otrora desierto valle del Duero contrastaba con la contemporánea y vecina de la España musulmana. Triunfaba en ésta una economía que sin demasiada hipérbole podríamos calificar de industrial y numeraria. El intercambio determinó la relativa invasión del reino asturleonés por el comercio de lujo procedente de Al-Andalus.

La repoblación harto había hecho con restaurar la vida económica en las tierras antaño desiertas. Las masas repobladoras no pudieron ni soñar en competir y oponerse a ese comercio sureño que matizó la economía del reino cristiano.

Fuente: Claudio Sánchez Albornoz. Tres proyecciones de repoblación del reino asturleonés. Del ayer de España.

1: De “Hirco”, el macho cabrío de la cabra montañesa. Ganado “cabruno”. Hirco: cabra montés. Especie salvaje, de color ceniciento o rojizo, con las patas, la barba y la punta de la cola negras, una línea del mismo color a lo largo del espinazo y los cuernos muy grandes, rugosos, echados hacia atrás y con la punta retorcida. Vive en las regiones más escabrosas de España.
2: La judicium aquae ferventis es probablemente la forma más antigua de juicio de Dios en Europa. La prueba aparece mencionada en algunos de los textos de leyes más primitivos (por ejemplo en Hinkmar von Reims) de Europa Central. En esta prueba, el acusado debía extraer, con el brazo desnudo, una pequeña piedra o un anillo de un caldero de agua hirviendo.