La Pérdida de España VI: Las campañas de Tariq y Muza, y la caída de España (Final)

El Califa musulmán aconsejó a Muza realizar una exploración para comprobar si las promesas de don Julián tenían realidad. En julio de 710 Tarif abu Zara desembarcó en Tarifa –que de él recibió el nombre- con quinientos soldados. Su expedición tuvo éxito y Tariq ibn Ziyad preparó la intervención.

Entre tanto, otras gentes de España cometieron otro error también grave. Los feroces vascones se sublevaron de nuevo en sus ásperas montañas. Sus levantamientos habían coincidido –ordinariamente- con los periodos de discordia o de problemas en el sur.

Su unidad de destino con otros pueblos de España iba a enfrentarles en adelante con un adversario mucho más poderoso que el por entonces caduco estado visigodo.

Porque su nueva rebelión iba a sincronizarse con el desembarco islamita en el sur. Rodrigo estaba combatiéndolos cuando Tariq cruzaba el Estrecho. Los vascones fueron subyugados pocos años después por las huestes musulmanas, vivieron muchas décadas sometidos a ellos, y durante tres siglos hubieron de sufrir los terribles zarpazos de los sarracenos.

En la noche del 27 al 28 de abril de 711, mientras Rodrigo luchaba con los vascones en el norte, Tariq -con unos siete mil hombres- desembarcó en la roca de Calpe, que cambió de nombre en adelante; los musulmanes la llamaron Yabal Tariq –la montaña de Tariq- y los españoles Gibraltar.
Ocuparon enseguida la antigua Carteya, en el fondo de la bahía que hoy se llama de Algeciras. Derrotaron a las tropas de cobertura que defendían el país e incluso a las fuerzas que comandaba un tal Bancho o Sancho, hijo de una hermana de Rodrigo. Los musulmanes, que habían llegado sin caballos, obtuvieron algunos a partir de este punto.

Sánchez Albornoz dice musulmanes, y no árabes, porque Tariq desembarcó al frente de un ejército de berberiscos, en el que tal vez sólo algunos oficiales eran orientales. Podemos adivinar los cálculos de Muza. La derrota de los beréberes que iban a cruzar el Estrecho no podría causar daño grave al señorío del Califa en Magrib; lo libraría al cabo de unos miles de súbditos inquietos, de conversión reciente y que habían resistido medio siglo a las huestes islámicas. Su victoria afirmaría la lealtad de los noveles fieles musulmanes, al brindarles un campo de expansión y pillaje.

Tariq avanzó muy despacio por la vía romana, que iba derecho hacia Sevilla. Tras ocupar los distritos de Algeciras y del Lago, pidió refuerzos a Muza, que le envió cinco mil hombres más, con lo que llegó a reunir de doce a diecisiete mil soldados.

En dos o tres semanas pudo Rodrigo tener alguna noticia del desembarco de Tariq, y dar alguna solución al problema vascón.

Se ignora todo sobre su avance hacia el sur. Acaso convocó a todo el ejército godo a Córdoba, capital de la Bética, y desde ella marchó al encuentro del invasor sarraceno. ¿Conocía ya la traición vitizana? Probablemente no. Lo que sí, parece que en su ejército figuraban miembros de la facción que había sido por él desplazada; quizás incluso algunos familiares de Vitiza; las fuentes árabes los hacen asistir a la batalla decisiva.

El 19 de julio de 711 godos e islamitas se enfrentaron en la batalla de Wadilakka o Guadalete, no lejos de la despoblada ciudad de Lacea.

Durante algunos días los ejércitos primero se observaron, luego tantearon fuerzas en escaramuzas a veces sangrientas. Mucho exponían uno y otro caudillo en el envite. Podemos imaginar a Tariq temeroso ante la magnitud del ejército de Rodrigo, y la importancia de la caballería visigoda. Su derrota supondría el exterminio de los suyos, sin poder huir a ninguna parte.

Rodrigo, acaso, no estaba muy seguro de sus gentes, entre las que figuraban miembros del clan por él vencido. Tariq esperaba quizás además el cumplimiento de las promesas recibidas de los vitizanos. Estos debieron de aprovechar los días de enfrentamientos y tanteos para minar la moral y la unidad de la hueste de Rodrigo.

“Ese hijo de puta –dicen las fuentes islamitas- ha privado del reino a los hijos de nuestro señor Vitiza y a nosotros del poder. Podemos vengarnos pasándonos al enemigo. Esas gentes de enfrente no aspiran sino a hacer gran botín”.

Empezó la batalla. El ejército visigodo combatió sin desmayo. Pero se desbandaron las alas al presenciar el paso al enemigo de los nobles complotados, rodeados de las clientelas de sus siervos y patrocinados. El centro resistió, pero la hueste de Rodrigo fue al cabo derrotada y el mismo rey cayó en la pelea.

El cadáver de Rodrigo no fue hallado por los vencedores porque sus fieles, cumpliendo sus deberes de clientes, lo llevaron a enterrar a Viseo.

Debió ser grande la mortandad en las filas de Rodrigo –la exaltan los cronistas musulmanes-, pero tal vez el ejército godo no fue enteramente aniquilado, pues tiempo después volvió a enfrentar en Ecija a las huestes islamitas en una gran batalla, que culminó en derrota. El reino godo había perecido para siempre.

Es seguro que desde Ecija, en una marcha muy rápida, Tariq avanzó hacia Toledo y la ganó con la colaboración de los judíos. La facción que apoyaba a los hijos de Vitiza esperaba que, conforme a lo acordado, proclamase en ella a uno de ellos, pero Tariq proclamó la soberanía del Califa de Damasco, “que el traidor no es menester siendo la traición pasada”.

Se estableció, entonces, la dominación islamita en tierras de Hispania el 11 de noviembre de 711, día de San Martín.

Un destacamento mandado por Mugait al-Rumi ganaba Córdoba entre tanto por sorpresa y capitulación. Los patricios de la corte toledana en parte escondieron las riquezas del palacio, en parte huyeron con ellas al norte.

Se acogieron a la alta e inexpugnable peña de Amaya. Pero allí los sitió el caudillo berebere. Hubieron de entregarse, con gran mortandad entre los godos y rico botín para los musulmanes. Tariq cruzó los Campos Góticos, llegó a Astorga y regresó a Toledo cuando Muza había tal vez desembarcado ya en España para explorar el éxito de su lugarteniente, proseguir la conquista y, sobre todo, para que no escapase de sus manos el botín que en la rica y culta España habían hecho ya los islamitas y esperaban seguir haciendo. Con Muza había puesto pie en la península otra hueste islamita de hasta diez mil hombres.

Tariq y Muza dispusieron de dos formidables quintas columnas; los godos colaboracionistas y los judíos, perseguidos por los reyes durante casi un siglo.

Es muy poco conocida la política anti judía de los reyes visigodos, iniciada ya por Recaredo. Sisebuto contra la opinión de San Isidro, ordenó el bautismo o la expulsión de los judíos. Con dulcificaciones pasajeras y con disposiciones crueles contra los conversos, esa política prosiguió hasta las postimetrías de la monarquía toledana. En el XVII Concilio de Toledo (694) se acusó a los judíos de conspirar contra la seguridad del trono y del estado.

El natural rencor de estos difícilmente habría provocado la ruina de la monarquía visigoda. Les habría sido imposible, aún deseándolo, hacer desembarcar en España a los musulmanes desde África y más aún provocar el desastre del ejército godo. Pero después de la batalla de Guadalete y de la toma de Toledo, había llegado su hora.

Los godosignoraron el adagio popular castellano: No hay enemigo pequeño. Lo han ignorado con frecuencia muchos grandes pueblos. Y los judíos nunca han sido, además, pequeños enemigos.
Fue eficaz por ello su colaboración con la conquista islamita. Ocupada Toledo por Tariq, reunió a los judíos y los dejó en la ciudad con algunos soldados.

Tras conquistar Sevilla, “confió Muza la guarda de la ciudad a los judíos, y se dirigió a la ciudad de Mérida”. Y las noticias se repiten por todos los cronistas y compiladores islamitas.

Los judíos se tomaron amplia revancha de sus crueles perseguidores. Sin su colaboración y la de los vitizanos, aún después de la derrota de Guadalete la conquista musulmana habría sido más difícil y mucho más lenta y quizás no habría llegado a consumarse por entero.

No habría sido dable a Muza avanzar sobre Mérida, capital de Lusitania, si no hubiese asegurado la alcazaba de Sevilla con una guarnición hebrea. Y es seguro que tales casos se repetirían con frecuencia.

Hemos seguido el curso de las pugnas políticas en la España goda que culminaron con la crisis en que se hundió la monarquía visigoda y hemos seguido el curso de esa misma crisis tras el desembarco de Tariq, crisis sin la cual no habría nacido el reino de Asturias. La “pérdida de España”, previa a su encuentro y resurrección en las montañas asturianas, se completó tras la llegada de Muza.

Los autores clásicos –como Polibio- habían registrado el hecho de que en España nunca una batalla ganada o perdida había puesto fin a una empresa bélica. Y así ocurrió ahora. Fue necesario a las fuerzas de Muza conquistar una a una las diversas ciudades y hubieron a veces de reconquistar algunas que se alzaron después de sojuzgadas. Él emprendió la ocupación de las plazas del Guadalquivir y del Guadiana, sus hijos sometieron a las poblaciones del sur y del sudeste.

No obstante la colaboración de vitizanos y judíos, las dos empresas duraron alrededor de un año.
En esta segunda etapa de la conquista musulmana, etapa de sitios y capitulaciones, coadyuvó al éxito de la empresa la liberalidad de los pactos que suscribían los conquistadores islamitas. Conocemos el concedido a Teodomiro, un trata do de tipo ahd, en que se le reconoció una auténtica autonomía política. Aunque distinto –de tipo suhl- fue también generoso el de Mérida, se respetaron vidas y bienes, y se respetó la práctica del culto cristiano.

Rendida Mérida (713), un mes después Muza salió para Toledo. No interesan las causas del retraso de Tariq en reunirse con su jefe. Se entrevistaron en Almaraz, la entrevista fue áspera y violenta. Muza maltrató a su liberto, le apostrofó con dureza y acaso llegó a pegarle. Sentía tal vez envidia de sus éxitos y de las riquezas que había conseguido.

En Toledo, Muza se hizo entregar por su lugarteniente el tesoro real de los godos de que había logrado apoderarse en su campaña allende sierra.

En lugar de cumplir la palabra dada a los hijos de Vitiza entregándoles el trono de su padre, Muza ratificó la proclamación de soberanía del Califa de Damasco.

La derrota y la muerte de Rodrigo en Guadalete, la toma de Toledo, las conquistas del sudeste, la ocupación de Sevilla y Mérida debieron de quebrar por entero la moral de los hispano – godos. A ese quebrantamiento de la moral debe atribuirse –y no a una indemostrable inquina de las masas españolas contra los godos- la paralización de la resistencia.

En su campaña hacia Zaragoza, Muza y Tariq sembraron conscientemente el terror para evitar futuras resistencias y más para asegurar la paralización de los centros nerviosos que pudieran mover a los hispanos a la lucha. Su política de crueldad dio frutos óptimos.

Mientras Muza caminaba Ebro arriba por la vía Caesaraugusta a Asturica Augusta se le sometió el conde Casius, que llegó a convertirse al Islam. Y tras algunas expediciones de sus lugartenientes, como bestias, según la expresión de los cronistas árabes fueron a curvarse ante Muza los altivos y feroces vascones, cuyo solar cruzaba en su camino.

Muza atravesó de este a oeste las tierras entonces habitadas por várdulos, cántabros y astures cismontanos, que no hicieron, según Sánchez Albornoz, un gesto de resistencia al invasor.

Quebrantada la moral de un pueblo, cuesta siempre un gran esfuerzo remontarla. El avance de Muza fue casi un paseo militar, asegurado por la prosecución de la política de terror con que se había inaugurado. “No quedó un lugar que no fuese saqueado, una iglesia que no fuese quemada, una campana que no fuese rota”, señalan las fuentes.

Acaso por su camino que avanzaba no lejos de la cordillera, Muza envió exploradores hacia los montes. Tal vez una de esas exploraciones desde los páramos de León dio origen a la inexacta noticia que tenemos de algunos autores tardíos de que había llegado hasta la Roca de Pelayo. No es probable que este simple espatario (Porta espadas) de Rodrigo se hubiese ya acogido a Asturias en 714.

Muza no entró en Asturias. Continuó por la vía romana que venía siguiendo desde Caesaraugusta. Desde Asturica, antigua capital del convento jurídico que de los satures tomó el nombre, deseó penetrar en la Galicia actual. Los musulmanes habían ocupado muchas grandes ciudades de Hispania.

Pronto habían llegado a Damasco noticias –seguramente abultadas- de las disputas entre Muza y Tariq. Quizás se habían suscitado sospechas en el Califa sobre la lealtad de Muza. Y sin duda se había hiperbolizado en su presencia la importancia del botín conseguido. Al-Walid envió a España al conquistador de Córdoba con órdenes para que Muza regresara a Oriente. Pero fue seducido por el caudillo islámico con la promesa de que participaría en el botín que esperaba ganar en la campaña.

Al-Walid despachó a España otro enviado, Abu Nasar, con mandato expreso de volver con Muza por la fuerza. El nuevo mensajero califal encontró a Muza en Lugo y lo obligó a volver a Damasco.
Había terminado la campaña del noroeste a través del futuro solar del reino de Oviedo. ¿Se inauguró entonces la ocupación del mismo por los invasores? Al-Maqqari completa el relato de la empresa de Muza con estas palabras: “Los cristianos prestaron obediencia, se avinieron a la paz y al pago del tributo personal y los árabes se establecieron en los pasos más difíciles”.

Sin embargo, para Sánchez Albornoz es dudoso que durante la campaña fuese Muza reduciendo peligrosamente sus fuerzas mediante frecuentes colonizaciones; no que a su regreso estableciera puestos militares en los pasos difíciles y en las más importantes plazas ocupadas.

Los islamitas debieron sí asegurar el dominio del país mediante asentamientos y guarniciones. Y no cree dudoso el autor que éstas y aquellos se fijarían incluso en la Asturias y Cantabria trasmontanas. Ni una ni otra figuran entre las zonas que, según la crónica de Alfonso III, permanecieron siempre en poder de sus antiguos habitantes, es decir, que no fueron ocupadas por los conquistadores.

Y la misma historia de Pelayo antes de Covadonga, conforme la refieren las crónicas latinas y arábigas, acredita que hasta la Asturias actual llegaba la autoridad de los valíes a Al-Andalus. ¿Desde cuándo? Al menos desde el valiato de Al-Hurr (716 – 719).

Fuente: Claudio Sánchez Albornoz.
Orígenes de la Nación Española. Estudios Críticos sobre la Historia del Reino de Asturias (Selección). La decadencia visigoda y la conquista musulmana