La pérdida de España I: La decadencia visigoda

El parangón entre los dos siglos que tardaron los romanos en dominar a Hispania y lo fulmíneo del avance de Tariq y “Muza” a través de la península suscita, en verdad, un interrogante de difícil respuesta.

Fue tan rápida y tan fácil la conquista de España por los mahometanos que desde siempre se ha buscado, hasta con angustia, una explicación satisfactoria al terrible desastre.

Se ha hablado de que el ejército vencido por Tariq en el Guadalete era un ejército de siervos, y de la brutal opresión social que habría dejado inerme a España frente a los invasores.

El arraigo en la tierra de los godos produjo sin duda un descenso de su entusiasmo bélico. Diversas Antiquas del Codex Revisus penaban ya deserciones y fraudes en la prestación del servicio de guerra. Dahn afirman que las fallas del régimen militar visigodo fueron parejas a las del contemporáneo de los francos. Las viejas leyes que las castigan son además anteriores a los éxitos de los ejércitos godos.

Son duras las disposiciones de Vamba y Ervigio en el Liber Judicum decretando penas graves contra quienes no cumplieran su deber general militar o desertaran en la lucha.

Es cierto que la Lex Visigothorum IX.2.9. obligaba a godos y romanos a llevar la décima parte de sus servi a la guerra, pero este precepto del Liber Judicum no permite suponer al ejército visigodo integrado por siervos. Desde antiguo participaban los servi en las expediciones militares acompañando a sus señores. Las cifras de los que Ervigio obligó a llevar armados no pudieron desequilibrar la estructura del ejército. Era preciso poseer cien siervos –algo muy poco frecuente- para conducir diez a la guerra.

En todo caso, el siervo era un hombre a quien su condición servil no castraba sus posibles ímpetus bélicos.

La presencia de los siervos en las filas del ejército no dañó al ordenamiento militar visigodo por lo ínfimo de la condición social de los mismos. Fue grave porque vino a sumarse a la de los patrocinados que desde antiguo acompañaban las expediciones de sus patrones.

Esa doble legal concurrencia acentuó el deslizamiento del ejército hacia su proto feudalización, cuyas consecuencias examinaremos luego.

La condición jurídica y económica de las masas rurales no era en Hispania diferente de la que existía en los demás reinos sucesores del imperio romano. Tal vez era incluso más favorable. Son notorios los esfuerzos de los reyes godos por salvar el status legal de los hombres libres frente a los abusos de los poderosos y de los funcionarios públicos. Dictaron leyes tendientes a evitar la parcialidad de los jueces contra ellos, otras limitaron el monto de los impuestos o servicios que debían pagar o procuraban dificultar la caída en la servidumbre reduciendo las penas pecuniarias en que podían incurrir, para que no se convirtieran en deudores insolventes. A veces y en fecha relativamente cercana a la pérdida de España se les perdonaron incluso los tributos atrasados, como hizo por ejemplo Ervigio.

Del Ajbar Maymu’a parece deducirse, además, que la hueste con la cual Rodrigo hubo de enfrentar a los mahometanos estaba integrada especialmente por godos. Y no debe olvidarse que ciudades de pura estirpe romana, como Sevilla y Mérida, resistieron largos meses a los invasores.

Las causas de la “pérdida de España” fueron mucho más complejas. La misma unidad hispana, creada por Roma y por los godos restaurada, facilitó su empresa a los mahometanos.

La articulación política romana enfrentó a los conquistadores sarracenos con una monarquía unitaria y centralista. Y ello siempre había dado paso franco a los ejércitos invasores tras vencer en algunas batallas a las fuerzas estatales hispanas.

El nudo del problema histórico de la “pérdida de España” estriba en comprender por qué los islamitas hallaron en la península la más favorable coyuntura que les permitió conquistarla en un abrir y cerrar de ojos.

Se produjo la invasión islamita en el instante mismo en que culminaba la lucha secular entre las facciones por señorear al estado y al país; lucha que era al cabo la pugna entre una organización estatal envejecida y una sociedad que intentaba abrirse paso hacia el futuro.

En torno a la monarquía una aristocracia de corte y de oficio había logrado arraigar en la tierra, adquirir grandes dominios, poseer numerosas fuerzas serviles y colonáticas y atraer a su patrocinio multitud de clientes. Esa aristocracia braceaba por hacer perdurable su status jurídico y político y su fuerza económica y social. Pero en el camino hacia el logro de esa perdurabilidad se interponía la monarquía.

Fuente: Claudio Sánchez Albornoz.
Orígenes de la Nación Española. Estudios Críticos sobre la Historia del Reino de Asturias (Selección). La decadencia visigoda y la conquista musulmana