Apuntes de historia romana. Economía tras las guerras púnicas (I)

De todas las guerras que Roma sostuvo, el segundo enfrentamiento con Cartago se encuentra, sin dudas, entre los más significativos por su desarrollo: Italia sufrió enormemente al paso devastador de Aníbal y su gigantesco ejército de heterogénea composición.

Por lo tanto, me parece, las razones de los cambios que a varios niveles se produjeron tras estos enfrentamientos debemos buscarlas, principalmente, después de Trasimeno, Trebia, Cannas y otras tantas batallas libradas en suelo italiano, toda vez que sirvieron para desnudar algunas falencias económicas, militares y políticas de la Roma del siglo III a.C.

Para De Martino “las consecuencias más negativas (del paso del ejército cartaginés) se dieron en Italia meridional. Está claro que la mayoría de las tierras confiscadas cayeron en manos de ricos propietarios romanos, que disponían de medios financieros para explotarlas mediante el empleo de esclavos o con cultivos de cereales de tipo extensivo o con la cría de ganado”.

Este es el cambio: de tener la tierra un pequeño propietario, pasamos entonces a tener grandes extensiones controladas por un solo hombre de gran alcance económico. Pero, además, el autor citado señala que “los pastos (para la cría de ganado) sustituyeron a los cultivos” y que algunas poblaciones producto de las concesiones “graquianas”, como Samnio, Lucana, Bruttium y Apulia quedaron desiertas: tierras cultivables que al no ser aprovechadas por nadie fueron dedicadas a los pastos ganaderiles.

Por otra parte, resulta determinante, a mi parecer, el hecho de que la invasión cartaginesa obliga a los ejércitos romanos a entrar en una persecución por Italia, y al mismo tiempo –prácticamente- se da en Macedonia la guerra contra Filipo. Estos dos factores, y el contacto a nivel más profundo con la cultura helenística, influyen finalmente en el tipo de cultivos que se explotarán en adelante: los olivares y viñedos ganarán espacio frente al tradicional cultivo cerealero romano.

Otro punto importante es señalar que hasta antes de sendos enfrentamientos bélicos cualquier explotación agraria tenía un nivel de producción que podemos calificar de “local”, con escaso excedente, apto para destinar y abastecer a poblaciones pequeñas. Luego de estas coyunturas, la producción aumenta para convertirse en una producción destinada, también, al comercio con hipotéticos mercados externos. Aquí es importante recordar lo que señalábamos al principio: además del tipo de cultivo, lo que cambian son los dueños de la tierra, y sus objetivos son diferentes, por supuesto.

Para concluir, y citando nuevamente a De Martino, “(…) todo esto requería una disponibilidad de capitales para invertirlos en la tierra y sacarles un rendimiento, y esto transformaba también el sistema de propiedad, desalojando al pequeño colono y sustituyéndolo por el rico propietario (… pero además encontramos) una agricultura de tipo latifundista o de pastoreo, que encontró su alimento en las cambiadas condiciones que hemos descrito”.

El empequeñecimiento de la “agricultura racional”, como denomina este autor a la producción en pequeña escala se vio favorecido por el avance romano en el control del Mediterráneo, ya que la política de la metrópoli hacia sus provincias fue el cobro de un tributo en especies de cereales siempre que fuera posible, de manera que a través de estos pagos se disponía de grandes cantidades de cereal gratuito o a muy bajo precio. Esto va a determinar una baja en la demanda de cereal “de producción italiana”.


Fuentes Bibiliográficas
Bravo, G. Historia del mundo antiguo. Una introducción crítica.
De Martino, F. Historia económica de la Roma antigua. Vol. I
Rostovtzeff, M. Roma. De los orígenes a la última crisis.
Yanguas, N. Textos para la historia antigua de Roma
Anderson, P. Transiciones de la antigüedad al feudalismo.