Apuntes de historia argentina: historia oficial vs. revisionismo

En principio, parece importante señalar que se trata de dos corrientes de pensamiento surgidas durante el primer cuarto del siglo XX.

La denominada “Historia oficial” está encarnada por autores tales como Emilio Ravignani, Ricardo Levene, Rómulo Carbia y Diego Luis Molinari, quienes, según Romero, fueron quienes sentaron las bases del trabajo profesional historiográfico, y de lo que es aceptable en el ámbito académico y científico.

Asimismo, se señala a estos hombres como los fundadores de la Nueva Escuela de Historia Argentina, movimiento cuyo destino último, si podemos decirlo así, era escribir la historia de la Nación de forma tal que ese relato fuera aceptado, o más bien internalizado diríamos, por la gente en su “sentido común”.

La Nueva Escuela comparte con Bartolomé Mitre la obsesión por el documento y, de lo que nos dice Romero, inferimos que el método de trabajo de estos historiadores era aquel concebido por las corrientes de la Modernidad, abocándose al relato de lo político, los hechos, las fechas, los nombres. Y los procesos estaban ligados a un hombre, encarnación heroica de la gesta nacional en cualquiera de sus ámbitos.

Es importante señalar respecto de este movimiento que Romero indica que “en cualquier comunidad compleja, con intereses diversos y proyectos diferentes, coexisten diversas versiones del pasado, pero entre esas voces, la del Estado es la más fuerte”. Al respecto, la Nueva Escuela se convirtió en una especie de voz oficial de los acontecimientos históricos de la Nación, preexistente del Estado y factor aglutinante del mismo.

La ruptura, de carácter intelectual, se produce con la aparición del revisionismo, corriente que se opone a algunos aspectos en los que la Nueva Escuela había puesto el acento.

¿Cuáles son esos aspectos? Por un lado, en un primer momento el revisionismo discute el valor irrefutable de la prueba documental y cambia el sentido de los documentos, por los cuales la Nueva Escuela sentía especial apego, ya que “la erudición no sustituía a la interpretación”.

Por otra parte, las visiones revisionistas no constituyen un conjunto homogéneo, más bien -y por el contrario-, es la sumatoria de tendencias políticas que se traducen en historiografías diversas.

Otro punto destacable es el hecho de que mientras la Nueva Escuela representa el profesionalismo y el apego a las reglas del academicismo, las corrientes revisionistas, aún cuando ocuparon espacios en instituciones oficiales y académicas tejieron alrededor de sí “una romántica marginalidad” según dice Romero, y se presentaron como los hacedores “de una suerte de ‘contrahistoria’”.

Romero no refiere explícitamente el tratamiento que la Nueva Escuela dio a los caudillos, pero sí afirma que los primeros revisionistas hicieron un “rescate militante” de estas figuras, en particular de la de Rosas, aún cuando estos historiadores (hombres como los Irazusta, Ibarguren y Palacio) “tenían poca simpatía por una perspectiva de pasado en la que los sectores populares tuvieran alguna autonomía en sus acciones” habida cuenta de su genealogía “tradicional”.

Por último, Romero destaca las circunstancias que marcaron al revisionismo en la época del peronismo. Si bien los historiadores revisionistas “creyeron que había llegado la hora de la victoria (…) para el régimen, era mucho más importante ligarse con un pasado heroico más difundido y establecido, como era el de la Nueva Escuela Histórica (…)”. Si bien luego el peronismo, en la época de la proscripción, se acercará al revisionismo a medida que la izquierda se va integrando a aquel, en un primer momento la legitimación de ese gobierno estuvo marcada por la primera de las historiografías que aquí analizamos.

Fuentes:
Romero, Luis Alberto (Coord.) La Argentina en la escuela. La idea de Nación en los textos escolares.

Romero, Luis Alberto. Volver a la Historia. Su enseñanza en el tercer ciclo de E.G.B.