Soldado argentino sólo conocido por Dios


La memoria es, me parece, hermana de la identidad. Entre las innumerables atrocidades de la última dictadura militar que gobernó la Argentina podemos encontrar también crímenes contra los conscriptos que combatieron contra el ejército profesional inglés en 1982 en la Guerra de las Malvinas.

Hoy quiero compartir el reclamo de unos de esos ex combatienes, quien publicó en el diario platense Hoy una nota inquietante, donde denuncia crímenes contra los soldados argentinos.

En el Cementerio de Darwin se levantaron 237 tumbas de soldados argentinos caídos en combate. Pero sólo 114 figuran con sus nombres. Los restantes 123 cuerpos no están identificados.

Esta situación irregular no es una cuestión menor y tiene que ver con el pensamiento de quienes en 1982 tomaron la decisión de recuperar las Islas Malvinas con una acción militar que nos llevó al conflicto armado con Gran Bretaña, el que dejó 649 muertos. Tiene que ver con el pensamiento de un Estado terrorista que al regreso de los soldados combatientes al continente, después del 14 de junio de 1982, impusieron el silencio, amenazando a todo aquel que, en ese presente, contara algo de lo sucedido.

Ocultaron así las voces de los protagonistas amparados en consignas tardías e inútiles de los intereses supremos de la defensa nacional y no hicieron nada para que en forma conjunta con Gran Bretaña, se identificara a nuestros muertos. Les mintieron a los familiares sosteniendo la figura de “desaparecido” y no dieron respuesta de qué había sucedido con los soldados que murieron en combate y menos aún, de los que murieron por hambre, congelados o asesinados por los propios. En muchos casos fuimos los soldados quienes tuvimos que dar esas respuestas ante la desesperación de un padre por saber de su hijo.

Los ex soldados conscriptos fuimos testigos de las aberraciones cometidas por oficiales y suboficiales de las FFAA, a través de los testimonios de los que sufrieron en carne propia, la tortura física, psicológica, los estaqueamientos. Fuimos testigos y sabemos quienes son los responsables de la muerte de soldados argentinos a causa de la irresponsabilidad de los cuadros militares.

Pasaron 25 años y como dice León Gieco, “todo está guardado en la memoria”. Es así que el año pasado se abrió una causa en el Juzgado Federal de Río Grande a cargo de la doctora Liliana Herraez, denunciando delitos de reducción a servidumbre y tortura, seguidos de lesiones graves y/o gravísimas y de muerte, donde hay más de 40 militares denunciados por soldados, mayoritariamente de Corrientes.

Como indica el informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos del 22 de diciembre de 1999, “toda la sociedad tiene el irrenunciable derecho de conocer la verdad de lo ocurrido, así como las razones y circunstancias en las que aberrantes delitos llegaron a cometerse, a fin de evitar que esos hechos vuelvan a ocurrir en el futuro. A la vez, nada puede impedir a los familiares de las víctimas que conozcan lo que aconteció con sus seres más cercanos”.

Es necesario que el Equipo Argentino de Antropología Forense realice la tarea de identificación como una acción humanitaria en búsqueda de la verdad para que la sociedad no siga siendo víctima de las acciones de la dictadura.

Para las FFAA, los soldados caídos fueron a causa de los combates y esto forma parte de la gran mentira que se viene sosteniendo desde el 82. Remigio Fernández murió por desnutrición en Puerto Howard; Héctor Miguel Rolla murió congelado en Monte Longdon y Rito Portillo asesinado por un suboficial de la marina en proximidades de Puerto Argentino.

Federico Lorenz, escritor e historiador visitó el Cementerio de Darwin y luego transmitió sus sensaciones: “Las cruces de los NN de Malvinas dicen Soldado argentino sólo conocido por Dios. Es una hermosa fórmula para países que relatan convencionalmente sus guerras, pero en el nuestro, donde el "algo habrán hecho" fue de la mano de la muerte, se parece demasiado a una liviana relación con las responsabilidades, con la vida, a un juego peligroso y autodestructivo como sociedad. Acaso debamos preguntarnos cómo aliviarle la tarea a Dios, y empezar a (re) conocer a nuestros muertos, para que no sean sólo de sus deudos”.

Lo peor que le puede suceder a un ser humano es perder su identidad. Todos tenemos ese derecho. Los muertos de Malvinas también.

Ernesto Alonso. Presidente del Centro de Ex Combatientes Islas Malvinas de La Plata (CECIM).

Noticia original.

Imagen: el cementerio argentino en Malvinas. De Panoramio.