Colón, el último en llegar


Noticia aparecida hoy en el diario La Voz

Cristóbal Colón descubrió América el 12 de octubre de 1492. Nadie duda de esta verdad repetida hasta el hartazgo en la escuela. El prisma eurocentrista fijó esa fecha como el inicio de la Edad Moderna y trazó un límite arbitrario para nombrar como precolombinas a las culturas que habitaban el suelo americano por ese entonces.

Tan fuerte es la impronta que historiadores dudan, patalean y berrinchan cuando se descubre algo que haga temblar esta verdad. Uno de esos hallazgos es un mapa de 1489, cuyo autor es el alemán Henricus Martellus Germanus, que se conserva en la Biblioteca Británica de Londres.

Fue el historiador Paul Gallez, nacido en Bélgica, pero que desde hace años reside en Bahía Blanca, quien con mayor acierto identificó a la inmensa península unida al noroeste de Asia –una especie de “cola de dragón”– con América del Sur. La pregunta que Gallez y muchos otros cartógrafos se hacen es: ¿Cuáles pueden haber sido las fuentes para dibujar un mapa tan exacto? Al respecto, osados historiadores y arqueólogos han hipotetizado que los informantes de este mapa serían viajeros de otras civilizaciones que llegaron a América antes que Colón.

Fu-Sang.
Según los Anales de China, el emperador chino Shih-Huang-Ti envió en 219 a.C. una expedición a un país maravilloso situado muy lejos al este, llamado Fu-Sang que varios investigadores identifican con América.
Más reciente es el trabajo de Gavin Menzies, 1421, el año que China descubrió América. A partir de un mapa y otros datos históricos, Menzies asegura que el legendario almirante chino Zheng He habría alcanzado la costa americana en 1421, al mando de una flota cinco veces más grande que la de Colón.

Entre la evidencia que apoya la hipótesis china están una veintena de anclas de piedra halladas en 1975 en Palos Verdes, al sur de Los Ángeles, que pertenecerían a la marina china. El manganeso depositado sobre estas rocas indicaría una inmersión de cerca de mil años en el océano. Otra prueba serían los elefantes representados en las ruinas de aborígenes que las “mentes obtusas” ven como guacamayos.
Y hay más. Especialistas japoneses y chilenos descubrieron en 104 momias milenarias del desierto de Atacama (Chile) una variedad de leucemia (el virus linfotrópico de células humanas T tipo 1) que se encuentra principalmente en la región de Kyushu (Japón), lo que hace pensar de un fluido contacto transoceánico.

Tierra de Punt.
Pero para Gallez los chinos no fueron los primeros en llegar al Nuevo Mundo. Las expediciones más antiguas habrían sido las de los egipcios a un lugar que llamaban Tierra de Punt. El primer viaje hacia esa región fue organizado por el faraón Sahure, en el 2.550 a.C. Sus barcos trajeron de Punt incienso, mirra, oro, plata, maderas preciosas y esclavos.
Las pruebas: una princesa de la sexta dinastía se llevó a su tumba para el viaje al País de los Muertos, una especie de lápiz labial hecho de antimonio, un metal totalmente desconocido en Egipto y países vecinos. Para Gallez, la Tierra de Punt se ubicaría en la región de Puno, en los bordes del lago Titicaca donde se extrae el antimonio.

También llama la atención las similitudes entre los barcos de totora de las culturas que viven a orillas de este lago con los del antiguo Egipto, construidos con papiro.
En 1992, la toxicóloga alemana Svelta Balabanova, del Instituto de Medicina Forense de Ulm, encontró trazas de nicotina y cocaína en los restos de una momia egipcia de tres mil años. Estos alcaloides están presentes en mayores proporciones en las plantas de tabaco y coca originarias de América y conocidas en el resto del mundo luego de que Colón posara sus pies en este continente.

Otra prueba más: el hallazgo del epigrafista Barry Fell entre los indios canadienses Micmac que utilizaban una escritura basada en los jeroglíficos egipcios.

Ofir.
Probablemente, para los fenicios América se llamaba Ofir. Según la tradición de esta cultura famosa por sus embarcaciones, esta región estaba ubicada exactamente donde los egipcios situaban la Tierra de Punt.
Para llegar allí, los fenicios habrían zarpado de un puerto en el Mar Rojo y recorrido el océano Índico y Pacífico por tres años, ida y vuelta.

De Ofir, los fenicios traían exactamente lo mismo que los egipcios: oro, maderas preciosas, especias, incienso y esclavos.
Está hipótesis es avalada por el científico Dick Ibarra Grasso, quien identificó dos naves fenicias en la costa peruana, cerca de la ciudad de Casma. Sin embargo, el hallazgo fenicio en América más sorprendente es la Piedra de Paraíba descubierta en 1872.

El orientalista Lienhardt Delekat demostró que el texto escrito en la roca era cananeo, la primitiva lengua fenicia.
La pieza arqueológica sería la prueba de que navegantes fenicios habrían llegado a Brasil dos mil años antes de su descubrimiento oficial. Según la traducción de Delekat, el texto dice: “Somos hijos de Canaán, de la ciudad de Sidón. El reino se dedica al comercio. Estamos varados en esta costa montañosa lejana y queremos sacrificar ante los dioses y las diosas...” y continúa la narración.

Markland, Helluland y Vinland.
La hipótesis de que los vikingos llegaron y habitaron la región noreste de América del Norte es la más aceptada por la comunidad científica.
En 1961, los exploradores noruegos Helge y Anne-Stine Ingstad, valiéndose de las descripciones de las sagas –escritos que reflejan la tradición oral vikinga– hallaron en el pueblo canadiense de L´Anse aux Meadows casas e instrumentos idénticos a reliquias vikingas: un anillo de estaño, una aguja y rastros de producción de hierro, metal desconocido por los indios norteamericanos.

Las misiones vikingas habrían viajado y comerciado con los nativos de América durante 100 años. El hijo de Eric el Rojo, Leiv Eiriksson, habría sido el descubridor de América en el 1.000, según documentan las sagas. “Entonces zarpó Leiv, pero permaneció mucho tiempo fuera y halló tierras que no sabía que existieran antes. Allí crecían campos de trigo y árboles parecidos al abedul, y de todo ello se llevaron muestras”, narra la saga de Erik el Rojo.

Eiriksson bautizó como Helluland (tierra de piedras planas) a la región de Baffin, al noroeste de Canadá, Markland (tierra de bosques) a Labrador y Vinland (tierra de verdes prados), a lo que podría ser Terranova. Anclas de piedra, restos de naufragios, instrumentos de hierro, escrituras en piedras, restos de tabaco y coca. La evidencia de que hubo predescubridores de América es débil, ínfima comparada con las fuertes y pesadas marcas que los conquistadores y colonizadores dejaron luego de la llegada de Colón.

Imagen: Mapa de Henricus Martellus, de 1489, del Diario La Voz