La Diarquía espartana


La Diarquía es la forma de gobierno en la que dos reyes rigen sobre un pueblo. En Esparta es muy difícil conocer el origen de este uso y, aunque impregnado de un espíritu de leyendas, la única versión completa sobre la aparición de este tipo de gobierno corresponde a Herodoto (o Heródoto, como gusten). En el caso de los espartanos, los reyes pertenecían uno a la dinastía de los Agíadas y el otro a la de los Euripóntidas.

El relato que recoge Herodoto indica que Argía, la esposa del Heráclida Aristodemo dio a luz a dos gemelos. Al poco tiempo el padre de los niños murió como consecuencia de una enfermedad. Los lacedemonios decicieron que el mayor debía suceder a su padre, pero el problema estaba en que no sabían cuál de los hermanos era el mayor y cuál el menor, ya que eran idénticos; y la madre tampoc pudo (o quiso) despejar la duda.

Por lo tanto, la consulta acerca de a cuál de los hermanos correspondía el honor del trono se hizo al oráculo de Delfos, donde la Pitia les indicó que ambos niños debían ser considerados reyes, honrando con preferencia al primero de los gemelos. Y si bien el consejo fue considerado sabio y prudente, tampoco pudieron seguirlo adecuadamente pues seguían sin reconocer al primer nacido.

En esta instancia, los lacedemonios recibieron un sabio consejo del mesenio Panitas: debían observar a la madre, y ver por cuál de los niños ella sentía predilección, lo cual daría la pauta acerca de la primogenitura.

Luego de algún tiempo de observar a Argía se dieron cuenta de que mostraba predilección siempre por uno de los dos, al que nombraron Eurístenes, y a su hermano -entonces pasó a ser considerado el menor- dieron el nombre de Procles.

La leyenda, seguramente elaborada a lo largo de la era Arcáica, mostraba la ligazón entre las familias Agíada y Europóntida con los Heráclidas a través de los hijos de Aristodamo, con la finalidad de legitimar a la realeza monopolizada por estas estirpes, frente al resto de los espartanos no parientes del Heraclida, como también frente a aquellos que teniendo como origen a otros Heraclidas no eran descendientes del primer rey de los espartanos.

Entre los historiadores contemporáneos hay algunas hipótesis tendientes a explicar la institución de la diarquía, de entre las cuales me voy a quedar con la que propone P. A. Cartledge, quien se centra en un proceso sineicístico como origen de la ciudad de Esparta y sus instituciones. El territorio que rodeaba a la llanura del río Eurotas estaba ocupado y distribuido entre cuatro poblados pequeños y autónomos: Cinosura, Mesoa, Pitana y Limna.

En el transcurso del S. VIII antes de Cristo, por intereses políticos y económicos las aldeas se fusionaron en una única polis. Como consecuencia de este suceso, las dos poblaciones más fuertes -o bien las promotoras del proceso de unión- impusieron como
basilei a sus jefes respectivos.

Los reyes espartanos estaban sometidos a un control bastante duro por parte de otras instituciones, como el Eforado (En principio una institución de carácter religioso, aunque decir esto es bastante poco, veremos de ampliar), la Gerusía (los ancianos) y la Apella (Asamblea de soldados veteranos, mayores de 30 años, presidida por el éforo epónimo).

Entre las pocas prorrogativas que tenían los reyes espartanos estaba la de presidir todos los sacrificios públicos y, en vida, gozaban de un carácter sacral como descendientes de los
Dióscuros, Castor y Polux, hemanos de Helena esposa de Menelao. Los diarcas tenían, de por vida, el mando del ejército, al que guiaban en la guerra. En principio, lo hacían en forma conjunta, pero desde 506 a.C., tras una disputa entre Cleómenes I y Demerato, uno sólo de ellos era designado por la Apella. Durante la guerra, el rey asumía el derecho de vida y muerte hasta la finalización de la misma.

En cuanto al uso de la tierra y de los víveres, por su carácter real los diarcas gozaban de la explotación de una parcela, que era trabajada por periecos, mientras que diariamente recibían raciones dobles de alimentos, con el fin de que siempre pudieran tener un invitado sentado a su mesa.

Otro privilegio que gozaban los diarcas frente al resto de los espartiatas (ciudadanos) era el de unos funerales realmente fastuosos, en contraste con la sencillez de los rituales funerarios ordinarios.

Finalmente, destacamos que estos cargos eran vitalicios y hereditarios. En lo que refiere al proceso de sucesión, siempre heredaba el hijo por sobre el hermano, y entre los hijos no siempre heredaba el primogénito, sino que lo hacía el primero nacido durante el reinado del diarca difunto.

Imagen: Estatua de Leonidas