San Martín y el espíritu espartano


A propósito de un nuevo aniversario de la muerte de San Martín, recuerdo que hace unos meses, en el diario Perfil tuvo lugar una polémica acerca de la condición de rico, según una postura, o pobre, según la otra, que ostentaba José de San Martín al morir. Esta discusión tuvo inicio en una entrevista que el diario realizó a Guillermo Vitelli, especialista en historia económica. En ella Vitelli decía que San Martín no murió pobre.
La respuesta llegó por intermedio de Jorge Garayoa, quien argumenta en contra de esta idea. El debate se cierra con una nueva intervención de Vitelli.

Al margen de la polémica, de la que se pueden rescatar buenas ideas y razonamientos, voy a quedarme con esta anécdota –si se puede llamar así a esta declaración- que pinta de cuerpo entero a este militar como ya no quedan.

De Ricardo Rojas en El Santo de la Espada

A mi regreso a Buenos Aires encontré que la generosidad había puesto a mi disposición una vajilla de plata. No estamos en tiempo de tanto lujo: el Estado se halla en necesidad y es necesario que todos contribuyamos a remediarlas. Por lo tanto, con esta fecha, doy orden para que se ponga a disposición de V.E. dicha vajilla, como asimismo el sueldo que se me tiene señalado por el Estado…” (Carta de 1817 al comisario del Ejército de Chile renunciando a obsequios y dinero)

El Estado de Chile le obsequia con una vajilla de plata y le fija un sueldo de $ 6.000 anuales: San Martín devuelve la vajilla y renuncia al sueldo. El gobierno insiste en la resolución y San Martín insiste en su renuncia. El gobierno dice que es “orden suprema” y que debe someterse a ella “por sus necesidades personales y por el decoro de su empleo”, pues “su frugalidad parecerá a los extranjeros, no virtud de Esparta, sino pobreza criticable”.

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