El
historiador marxista, que murió hoy a los 95 años, deja como legado más
de veinte obras -entre ellos "Historia del siglo XX. 1914-1991" y
"Guerra y paz en el siglo XXI" que se han convertido en una bitácora
ineludible de la última centuria.
Marxista
desde su juventud y considerado uno de los pensadores más influyentes
de Europa, el historiador murió esta mañana en el Royal Free Hospital de
Londres tras una larga enfermedad, según explicó su hija Julia al
periódico inglés The Guardian.
"La injusticia social necesita ser denunciada y combatida [...] El
mundo no se va a arreglar por sí solo", aseguró en una de sus últimas
intervenciones el hombre que no se conformó nunca con la solemnidad del
discurso erudito y decidió explicitar sus deseos y expectativas a la par
de sus rigurosas formulaciones sobre las sociedades contemporáneas.
Hobsbawm había nacido en el seno de una familia judía en Alejandría,
Egipto, en 1917, y creció entre Viena y Berlín, hasta que se trasladó
con sus padres a Londres en 1933, el año en que Adolf Hitler subió al
poder en Alemania, y se especializó en la modernidad que inaugura la
Revolución Francesa, es decir, los siglos XIX y XX, a los que dedicó
numerosos títulos.
Estudió en la Escuela de Gramática de Marylebone y en el Kings
College, Cambridge, antes de ser nombrado profesor de la Universidad de
Birkbeck en 1947, y fue el inicio de una larga relación con esta
universidad, de la que acabó siendo rector.
Su vida política estuvo atravesada por sus ideas marxistas y por su
pertenencia al Partido Comunista, en cuyas filas siguió tras la invasión
soviética en Hungría en 1956, al contrario que otros prestigiosos
historiadores marxistas británicos, como Rodney Hilton, Christopher Hill
o Edward Palmer Thompson.
"Cualquiera que vio el ascenso de Hitler de primera mano no podría
haber evitado el ser moldeado por esto políticamente. Ese chico está
todavía dentro de mí, siempre lo estará", aseguró Hobsbawm alguna vez.
Y aunque sus detractores le critican su renuencia a reconocer los
defectos de la Unión Soviética, la obra de Hobsbawn resulta inobjetable a
los ojos de cualquier erudito y es lectura obligada en las clases de
historia en las universidades del mundo entero.
"Pertenezco a la generación para quienes la revolución bolchevique
representó una esperanza para el mundo", confiesa de hecho en su
autobiografía "Años interesantes. Una vida en el siglo XX", que se puede
pensar como ensayo sobre su tiempo antes que un repaso fragmentario por
los acontecimientos de su vida personal.
Hobsbawm es el autor de cuatro volúmenes (desde "La era de la
revolución" a "La era de los Extremos") que abarcan la historia de
Europa los siglos XIX y XX, desde la Revolución Francesa hasta la caída
de la URSS, una obra que está reconocida como uno de los trabajos
definitivos sobre este período.
Además, como historiador dedicó buena parte de su obra a temas tan
diferentes como la historia del trabajo y del movimiento obrero, los
orígenes de la revolución industrial, la crisis del siglo XVII, la
historia de su país, Reino Unido, desde la revolución industrial y el
surgimiento del Imperio colonial e incluso la historia de la música
jazz, de la que era un gran aficionado.
Políglota y cosmopolita, Hobsbawm vivió en primer plano la escalada
del nazismo, estuvo en el mítico IX Congreso Internacional de Ciencias
Históricas de París, fue fundador de la revista Past and Present, visitó
Rusia tras la muerte de Stalin, estuvo en París durante el mayo
francés, fue intérprete del Che Guevara y durante muchos años fue
crítico de jazz bajo el seudónimo de Francis Newton.
La corriente historiográfica de la historia social que el ensayista
fundó con sus compañeros de Cambridge obró como una respuesta a los
métodos del positivismo del siglo XIX, que creía en una historia
objetiva y comprobable.
A partir de Hobsbawm y sus congéneres, los héroes ya no fueron los
reyes o los jefes de Estados, sino la sociedad: incluso en uno de sus
primeros trabajos, el historiador fue a trabajar con obreros en
Inglaterra y tradujo esa experiencia en elogiosos comentarios hacia los
trabajadores como sujetos trascendentes de la historia.
Una de los aportes más importantes del ensayista fue la de la
duración de los siglos: estaba convencido de que los cortes de los
períodos en la historia no los marcan los años, sino los procesos
sociales y económicos.
Como correlato de esa idea, en "Historia del Siglo XX", que ha sido
traducida a 40 idiomas y se puede considerar como su obra más celebrada,
Hobsbawm argumenta que el siglo XX empezó cuando terminó la Primera
Guerra Mundial, en 1917, y terminó con la caída del Muro de Berlín, en
1989.
Por su interés en las revoluciones y la adaptación de la sociedad al
capitalismo de Occidente, Hobsbawm viajó a Latinoamérica en varias
oportunidades, principalmente a Colombia y a la Argentina.
Hace un tiempo confesó en una entrevista que se sentía más cómodo en
Sudamérica porque allí se seguía utilizando el viejo lenguaje de la
política que él conoció -revolución, socialismo, comunismo y marxismo- y
a tono con este ideario explicitó su deseo de ser recordado como
"alguien que no solo mantiene la bandera volando, sino que demostró que
al agitarla se puede lograr algo".
La familia de Hobsbawm publicó un comunicado en el que destaca que
"lo echarán mucho de menos no solo su mujer de los últimos 50 años,
Marlene, sus tres hijos, siete nietos y un bisnieto, sino también sus
miles de lectores y estudiantes en todo el mundo".
Artículo de Julieta Grosso para Agencia de noticias Télam.