Fotos y cuadros para volver a pensar la Historia argentina


Cuántas versiones de la historia argentina existen? Caben varias y en distintos soportes en Imágenes e historias Argentina 1848–2010, la muestra que ayer se inauguró en el Centro Cultural Recoleta.

Allí, hay, entre tantas imágenes, cuatro fotos que ilustran mesas de votación en Argentina. En la primera, la promotora pionera del voto femenino, de 1911, Julieta Lanteri intenta –en vano– sufragar. Otra retrata una mesa de mujeres en las elecciones universales, en 1949. En casi todas hay una mirada natural y un policía que contempla la escena, además de las autoridades de mesa. La de 1935 –época del fraude patriótico– está tomada desde arriba; el presidente de mesa le entrega al sufragista, que reniega, la boleta del Partido Demócrata Nacional, y el policía luce agresivo. “Tiene ojo de artista y parece una película de F. W. Murnau”, dice Diana Wechsler, curadora de la muestra.

Wechsler se hizo cargo del corpus de 250 fotos seleccionadas –de archivos públicos y privados, entre ellos los de Clarín y La Nación– por un equipo coordinado por Felicitas Luna y asesorado por Luis Príamo; eligió algunas y las puso a dialogar con piezas de fotógrafos y artistas contemporáneos, video–instalaciones y obras de algunos de los creadores más destacados de la pintura argentina del siglo XX. Todo eso, siguiendo un guión–madre del historiador Jorge Gelman, tomado del libro Argentina a través de la fotografía. 

En la sala Cronopios, la más grande de las tres que ocupa la exposición, está la sección “Espacio y modernidad”, que muestra, en la confrontación de fotos históricas y obras contemporáneas, cómo evolucionó el modo en que se ocupa el espacio. Allí se aprecia, por ejemplo, la construcción del trasbordador Nicolás Avellaneda de La Boca en 1913 y el Riachuelo todavía limpio dos décadas después. Hay, además, una panorámica en blanco y negro de la ciudad en 1935 enfrentada con los colores saturados y el registro pop de Marcos López en la década de 1990. Cambian el espacio urbano y los movimientos sociales y también la figura del autor, que hasta la tercera década del siglo XX está ausente o difusa. Pasan de ser “anónimos” o cuerpos colegiados de aficionados a una marca: Adriana Lestido, RES y siguen las firmas.Otros paisajes cambian menos, casi nada. Como los trabajadores rurales de 1880 y 2009.

Sólo el que se acerque a leer la ficha técnica sabrá cuál es cuál.

En una pared se ven imágenes de la Argentina industrializada, enfrente hay excluidos de todas las épocas. En el medio es imposible evitar la videoinstalación de Gabriela Golder Reocupación en la que trabajadores desocupados actúan la mímica de sus oficios perdidos. 

Hay retratos de íconos: Atahualpa, Cortázar, Piazzolla, Borges, Charly García, Maradona.
En las salas J y C se expone la sección “Historia política y disenso estético”. En vez de reforzar las ideas, se marcan las diferencias de cada época. Por eso se enfrentan las esculturas del grupo de artistas concretos con las fotos documentales del primer peronismo, cuyo ministro de Cultura y Educación Oscar Ivanissevich calificó a esa corriente de “arte degenerado”. “Pensar la trama política desde el disenso estético”, dice Wechsler.

Debajo de un óleo de Clorindo Testa de los 60 se lee una cita de Jacques Rancière: “Arte y política se sostienen una a la otra como formas de disenso, operaciones de reconfiguración de la experiencia común de lo sensible” . Enfrente hay imágenes de Onganía. Hay fotos de los 70, de las Madres y de Videla. De Alfonsín, Menem y los Kirchner. Cerquita hay una obra de Oscar Bony: un cuadro y tres balazos sobre la palabra “Utopía”. Hay un montón de historia, de política, sangre, arte y de lecturas.

Publicada por el diario Clarín.