Apuntes - El debate que generó la transición del feudalismo al capitalismo

Georg Iggers señala, en su investigación denominada La ciencia histórica en el siglo XX. Las tendencias actuales. Una visión panorámica y crítica del debate internacional, que tras la Segunda Guerra Mundial, surgieron en la historiográfica marxista dos corrientes principales, una estructuralista y la otra culturalista.


En la primera de estas dos corrientes el mencionado investigador alemán sitúa a autores como Maurice Dobb, Paul Sweezy, Guy de Bois, Robert Brenner e Immanuel Wallerstein, que tienen como preocupación central “la transición del feudalismo como formación social al capitalismo”[1].

Los dos primeros autores mencionados se interesaron en el problema al punto de formar parte de un debate historiográfico suscitado en la década de 1950 acerca de la naturaleza de esta transición.

Los otros participantes de esta disputa intelectual fueron Kohachiro Takahashi y John Merrington.

Dobb, primero de los autores intervinientes en la discusión que analizaremos, estudia internamente al sistema feudal, y si bien tiene en cuenta en dicho análisis a la burguesía y al comercio, no creía que estos factores afectaran sustancialmente al sistema feudal.

Para él, la crisis del siglo XIV es una prueba de la ineficacia del sistema feudal y su improductividad, haciendo hincapié en la presión que el productor rural sufría para obtener más excedente. Es destacable que la productividad del sistema feudal tiene como objetivo primordial la subsistencia, no existía según sus postulados una mentalidad comercial, que destinara el excedente a la comercialización.

Dobb, cuya postura es considerada endogenista, sostenía que las relaciones de fuerza existentes entre la clase campesina, la clase señorial y el poder real eran importantes al definir el feudalismo como una obligación impuesta al productor.

Por otra parte, eran los productores independientes, los que poco a poco se enriquecen, quienes tenían interés en llevar las transformaciones que se avecinaban hasta sus últimas consecuencias. ¿Cuáles son estas transformaciones? Pues bien, de acuerdo con este autor, el gran capital comercial que se asoció al poder para mantener el sistema que le daba ganancias, el cual configuraba un factor externo que en algunos casos adelantaba y en otros retrasaba el proceso de transformación política. Estos productores independientes eran tenidos en cuenta por Dobb como un factor revolucionario.

Sweezy, por el contrario, sostenía que el modo de producción feudal no se definía por la servidumbre, para él no tenía un principio motor interno ni se caracterizaba por un bajo nivel técnico. El feudalismo, para Sweezy, se define por las relaciones de intercambio.

El comercio, que modifica la actitud de los productores, reveló la ineptitud del sistema feudal para la producción del mercado. Al ser el comercio un factor claramente externo al sistema feudal de producción, este autor es considerado un circulacionista.

Este autor consideraba inadecuado el sistema de producción feudal debido a la existencia de técnicas primitivas, la estricta separación entre producción y consumo, la regencia de normas y reglas consuetudinarias y la incapacidad del poder señorial de mantener bajo control a la fuerza de trabajo.

Para Sweezy era también importante la expansión ultramarina, factor –nuevamente externo- que permite la llegada de artículos de lujo y otros como el tabaco y seda, lo cual provocó la búsqueda de nuevos mercados en los que colocar tales mercancías.

Sostenía, además, que el campesinado empezó a abandonar el trabajo rural para buscar nuevos horizontes en las ciudades, y mientras antes se producía para la subsistencia, este patrón cambió, generando que la producción fuera a parar al mercado. Por eso, para Sweezy, el agente revolucionario eran las ciudades con sus comerciantes.

Takahashi refuta la tesis de Sweezy al afirmar que, si bien la crisis era producto de la desintegración del sistema feudal por el comercio, la atención que Sweezy pone en este factor es exagerada.

Takahashi prefería explicar la crisis por las relaciones que se establecen con el modo de producción feudal, haciendo un análisis del proceso histórico global; y si bien apoya la idea de que el comercio coadyuva en la transición, ponía el acento en un mercado interno más unificado.

Consideraba que no era posible hablar de una sociedad capitalista cuando el poder estaba en las manos de la aristocracia feudal: no era suficiente analizar las condiciones económicas materiales sin tener en cuenta la superestructura jurídico política.

Por último, Merrington marcaba la paradoja que presentó el crecimiento urbano. Para él, la ciudad en el feudalismo es una exterioridad interna. Externa al modo de producción feudal; interna por su estrecha relación con el sistema de producción feudal.

Si bien el capitalismo comercial tenía efectos disolventes sobre el modo de producción feudal, no era para Merrington un elemento que pudiera explicar la transición.

Según este autor, el capital mercantil no tuvo un desarrollo autónomo, y el crecimiento de las ciudades feudales estuvo vinculado con la economía del señorío. Al respecto, se diferenciaba tanto de Dobb como de Sweezy al señalar que la economía del feudo es dinámica, y que el motor de ese dinamismo estaba dado por la lucha entre el siervo y su señor, señalando además que la ciudad es parte de la economía feudal.

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[1] Iggers (1998), 76


Fuentes: Iggers, Georg. La ciencia histórica en el siglo XX. Las tendencias actuales. Una visión panorámica y crítica del debate internacional. Idea, 1998.
 
Apuntes de la cátedra de Historia y Cultura Moderna.