La Reconquista de La Mancha y Extremadura 5 - La Mesta

Julius Klein, en su libro sobre la Mesta, supone que las ciudades medievales de la Península poseyeron, desde épocas muy antiguas una especie de asociación de ganaderos llamada el otero a la mesta, que se reunían dos o tres veces por año para reintegrar las reses pérdidas a sus dueños, para fijar las condiciones en que debían nombrarse pastores y vaqueros y para castigar las infracciones de las leyes de pastoreo.

Son distintas, como Klein establece, de lo que considera como su prolongación institucional, la celebrada Real Mesta o asociación nacional de ganaderos de Castilla fundada por Alfonso X en el siglo XIII. Pero la existencia de tales organizaciones pastoriles antes de la segunda mitad del siglo XII es muy dudosa.

Lo que parece cierto es que mientras la economía ganadera municipal se movió dentro de los más o menos estrechos límites de las ciudades del norte de Castilla y León, la eficacia de los agentes oficiales para dirimir cuestiones de pastoreo era adecuada; pero como en el caso de la rafala y la esculca, la creciente práctica de trashumancia y su extensión hacia el sur produjo cambios en su estructura tradicional.

El más antiguo y seguro ejemplo de esta innovación aparece en el Fuero de Cuenca, en donde puede verse que antes de comenzar la marcha hacia el sur, a comienzos de diciembre, los caballeros que formaban la esculca escogían alcaldes especiales, y que estos alcaldes de la esculca ejercitaban no solamente funciones puramente militares, sino también judiciales y de autoridad gubernamental en general en relación con los pastores y esculqueros.

Además, esta autoridad era definitiva y las decisiones de estos alcaldes especiales no eran apelables y no podían reconsiderarse cuando, al regresar a las villas, los alcaldes reintegraban su autoridad al concejo.

La organización era muy diferente de la observada por Cuenca durante el periodo de verano cuando los sesenta pastores de sus aldeas a cargo del pastoreo de las tierras altas se encontraban bajo la autoridad del alcalde. En el caso de la esculca y los alcaldes de invierno (que eran vecinos de Cuenca y no de sus aldeas), un grupo de ciudadanos se ausentaba del territorio municipal por asuntos oficiales, permanecía disfrutando de los derechos y sujeto a las obligaciones indicadas por el Fuero y continuaba siendo regido por él, tal y como lo ponían en práctica los que, en realidad, no eran sino alcaldes ambulantes.

No sabemos cuántas veces guardas y pastores se reunían en asambleas especiales para oír decisiones judiciales de los alcaldes de esculca en materia de reses extraviadas, ni siquiera si estas reuniones existían de hecho.

Pero varios capítulos del Fuero de Cáceres refieren a las asambleas obligatorias de los guardas y pastores de la rafala, al parecer tres veces al año, para celebrar un otero, en que se decidían cuestiones judiciales. También el Fuero de Salamanca en el capítulo que regula la guarda de los cerdos que atravesaban la sierra habla del otero, aunque en este caso se reúne diariamente, sin duda por la necesidad de reagrupar y reintegrar a sus dueños a los huidizos animales. Notemos que en ninguno de estos textos se aplica la palabra mesta o reunión de pastores y guardas.

La que parece ser la más antigua documentación de la palabra mesta en el sentido de otero, o algo así como una asamblea de pastores, se encuentra en dos diplomas de Alfonso X fechados en Sevilla en el mismo día de 1266; en ellos el rey autoriza la celebración de mestas en Sevilla y Alcaraz, muy al sur de La Mancha.

El rey ordena mestas obligatorias de pastores y vaqueros que se habrán de celebrar (literalmente “hacer”) tres veces al año en las bifurcaciones (El Horcajo) del río Guadalmena; en el diploma también se dictan breves reglas en relación con las reses extraviadas, disturbios entre pastores y otros asuntos parecidos. Esto parece ser claramente lo que en Extremadura era un otero.

No es seguro que el fondo de este pergamino de Alcaraz sea de tipo andaluz; Alcaraz se regía por el Fuero de Cuenca, y el rey ordena a sus ganaderos que consulten este Fuero o el de Alarcón si se suscitaran problemas, lo cual hace suponer que antes de 1266 las citadas mestas existían ya en las dos últimas villas. El primer enigma, a estas alturas, es saber por qué el rey intervino para establecer una mesta –que, a diferencia del otero, parece ser la designación que el rey da a una organización pastoril- en Alcaraz, y por qué, que nosotros sepamos, no hizo lo mismo con los ya citados oteros.

La solución de esta cuestión está, si es que existe solución, relacionada con otro problema de los suscitados por el régimen ganadero en la zona fronteriza de La Mancha y Extremadura, de mayores proporciones todavía, que es el de los orígenes del Real Consejo de la Mesta.

Fuente: El castellano, hombre de llanura. La explotación ganadera en el área fronteriza de La Mancha y Extremadura durante la Edad Media. Charles J. Bishko.