Los humanos ya se mataban entre ellos hace
430.000 años, según demuestra el cráneo de un joven de aquella época
descubierto en la Sima de los Huesos de Atapuerca, en España. El
hallazgo aclara también que los antiguos pobladores de Atapuerca
utilizaban el lugar como un cementerio en el que acumularon restos de
por lo menos 28 individuos, lo que representa la conducta funeraria más antigua de la historia de la humanidad. Allí ya había sido hallado en 2008 un fósil clave para estudiar la evolución del género Homo.
El
cráneo número 17, como lo llaman los investigadores, presenta dos
orificios en el hueso frontal, unos centímetros por encima del ojo
izquierdo. La investigación, basada en modernas técnicas de análisis
forense, reveló que fueron causados por impactos de un objeto contundente y puntiagudo.
Ambos
tienen el mismo diámetro pero presentan trayectorias de impacto
distintas, lo que indica que la víctima fue golpeada dos veces,
probablemente con la misma arma. Según los resultados presentados en la
revista Plos One, los dos impactos atravesaron el cráneo y entraron
hasta el cerebro.
“A
este tipo le remataron”, señala Eudald Carbonell, codirector de las
excavaciones de Atapuerca. “Debían tenerle inmovilizado o debía haber
quedado inconsciente, porque es inverosímil que se puedan aplicar golpes
lo bastante fuertes para atravesar un hueso frontal en un combate cara a
cara con un enemigo que se está moviendo. Y aunque un solo golpe
hubiera bastado para matarle, le dieron dos. Se ensañaron con él”.
Era
una persona joven del linaje de los Neandertales, informa Nohemi Sala,
paleontóloga del Centro Mixto Evolución y Comportamiento Humanos
(UCM-ISCIII) y primera autora de la investigación. Cuando vivió, aún
faltaban más de 200.000 años para que aparecieran los primeros Homo
sapiens –nuestra especie- en algún lugar de Africa. Debía tener unos 20
años, a juzgar por el buen estado de su dentadura, y no se pudo
determinar si era un hombre o una mujer. Su cráneo se reconstruyó a partir de 52 fragmentos –galletas, los llaman en Atapuerca-, la mayoría de los cuales apareció en la campaña de excavación del 2010.
Si
estaba tan fragmentado no es por el ataque que sufrió el día que lo
mataron, sino por haber estado casi medio millón de años enterrado bajo
toneladas de sedimentos. Pero los dos orificios circulares que tiene en
la frente son distintos a las fracturas características de los cráneos
fósiles y sólo pueden explicarse como “el resultado de golpes
intencionales y repetidos durante un acto letal de violencia
interpersonal”, escriben los investigadores en Plos One. “Demuestra que
ésta es una conducta humana antigua”.
Los
indicios más antiguos de violencia interpersonal que se conocían hasta
ahora corresponden a un neandertal de hace 40.000 años hallado en la
cueva de Shanidar (Iraq), que sobrevivió a una lesión causada por un
objeto penetrante en la parte izquierda del tórax; y un Homo sapiens de
hace 30.000 años hallado en el yacimiento de Sungir (Rusia), que murió
por un trauma en una vértebra, aunque no está claro si fue un homicidio o
un accidente.
En Atapuerca, se encontraron también marcas de
cortes en fósiles de Homo antecessor de unos 800.000 años de antigüedad.
Dado que los cortes se hicieron para arrancar la carne, esto indica que
fueron víctimas de canibalismo.
Pero en el caso
del cráneo 17, y en el resto de fósiles de la Sima de los Huesos, no hay
marcas de corte. “No lo mataron para comérselo; lo mataron porque querían que muriera, que es muy distinto”, señala Carbonell. “Muchos animales matan para comer, los humanos matan por matar”.
Lo
cual no significa que la violencia fuera gratuita. Posiblemente se
produjo en aquel momento en Atapuerca algún tipo de competencia por un
recurso limitado. Pudo ser una confrontación entre clanes por el control
del territorio. O pudo ser un enfrentamiento entre dos o más individuos
por motivos de pareja. “Es imposible precisar las circunstancias
exactas, pero el origen de una conducta como ésta, que se mantuvo en la
historia posterior de la humanidad, debe tener una razón”, razona
Carbonell.
Más allá de aclarar el origen de la violencia
interpersonal, la investigación aclara también cómo se acumularon los
restos de por lo menos 28 humanos en la Sima de los Huesos de Atapuerca.
No hay ningún otro yacimiento en el mundo con tantos fósiles humanos. Esta
abundancia de restos en una cámara situada en el interior de una cueva y
en el fondo de un pozo de13 metros de altura es uno de los mayores
enigmas de la paleoantropología.
La hipótesis de que osos o hienas
llevaran allí los restos humanos quedó descartada hace años al no
haberse encontrado marcas de mordiscos en ninguno de los 6.700 restos
humanos hallados en la Sima de los Huesos. También se descartó que los
fósiles hubieran sido arrastrados al fondo de la sima por algún proceso
geológico.
Las dos únicas hipótesis plausibles que quedaban eran
que los 28 humanos hubieran caído al pozo por accidente uno tras otro. O
que los antiguos pobladores de Atapuerca dejaran allí a sus muertos. El
estudio del cráneo17 reveló que no cayó a la Sima y después murió, sino
que primero murió y después lo tiraron.
“Sabemos que lo llevaron
poco después de morir porque no hay marcas de mordiscos en los fósiles”,
señala Carbonell. “Si lo hubieran dejado unos días a la intemperie, los
carroñeros se lo habrían comido”.
Por lo tanto, concluyen los
investigadores en Plos One, la acumulación de cadáveres “era una
práctica social en este grupo del pleistoceno medio” y la Sima de los
Huesos “representa la conducta funeraria más temprana del registro fósil
humano”.
Publicada por el diario Clarín.