No sólo fueron madres, abuelas, hermanas, tías, amigas. También hubo
protagonistas que fueron silenciadas por la última dictadura militar e
invisibilizadas por los sucesivos gobiernos democráticos. Son las
mujeres de la guerra de Malvinas, veteranas que sufrieron los mismos
problemas que los hombres, las pesadillas, el estrés post traumáticos y
el ninguneo, y que 33 años después, de a poco, están empezando hablar.
La mayoría fueron enfermeras e instrumentadoras quirúrgicas civiles.
Sólo la Fuerza Aérea había comenzado a incorporarlas en 1980 con el
rango de cabo primero. También hubo voluntarias que casi nadie recuerda.
Pero todas vivieron los horrores desde adentro: recibieron en el
continente y en los buques transformados en hospitales a los soldados
heridos, amputados, quemados y psicológicamente agobiados.
Un libro y un proyecto de ley intentan rescatar a las veteranas del olvido. El primero se llama Mujeres invisibles y fue escrito por la cordobesa Alicia Panero, pero no fue publicado en formato papel. El segundo es una iniciativa de la senadora riojana Hilda Aguirre de Soria, que incluye además del reconocimiento a su labor, la consagración del derecho a una pensión vitalicia.
El libro de Panero repasa historias como la de Liliana Collino, la única mujer que está probado que pisó territorio isleño a bordo un Hércules C-130 en el que se transportaban contenedores y heridos, y que en 1986 pidió su baja luego de pedir en reiteradas ocasiones un ascenso que nunca llegó.
- ¿Qué motivó su investigación?
Yo
estoy casada desde hace 30 años con un militar, vivo en una base aérea y
no sabía que había veteranas. No hay una política de difusión sobre
ellas. El veterano en el inconsciente colectivo es un hombre. La
gente cuando escucha la historia de las veteranas no lo puede creer.
Cuando salió la ley del Día del Veterano y los Caídos de Malvinas las
dejaron afuera del nombre porque no se sabían que había veteranas. Pero
aún hoy hay mucha negación de los hombres. Recién las invitaron a
desfilar por primera vez el año pasado, en el aniversario del bautismo
de fuego de las Fuerzas Armadas, el 1 de mayo.
- ¿Y dónde estuvieron las veteranas todos estos años?
El
Congreso las reconoció cuando se cumplieron los 30 años de la guerra,
pero en ese transcurso, la mayoría prefirió no hablar, primero, porque
la guerra venía de la dictadura y era como vergonzante; y segundo, nadie les creía, porque nunca se habló de ellas.
Además, en general, los que sufren estrés postraumático hablan muchos
años después. Por ejemplo, Alicia Reynoso (NdR: una de las trece
enfermeras de la Fuerza Aérea que trabajaron en el hospital reubicable
en Comodoro Rivadavia), a raíz de un ACV, recién 28 años después de la guerra contó su experiencia en una sesión de terapia. Y hoy sigue dando charlas.
- Al margen del silencio de las veteranas, ¿por qué hubo una decisión del Estado de invisibilizarlas?
Hubo
una orden en la dictadura de silenciarlas. El problema es que con la
democracia y con todo el avance que hubo en materia de género eso
debería haber cambiado esto. En su momento les sugirieron expresamente que no hablen, principalmente, porque ellas vieron las condiciones en las que volvían los soldados.
- ¿De qué hablaban? ¿Cómo eran los diálogos con los heridos?
Ellas en general no preguntaban qué les había pasado. Sólo los escuchaban. Les contaban del frío, del hambre, de que extrañaban a sus mamás.
Y ellas sentían la necesidad de abrigarlos. Las de la Fuerza Aérea, por
ejemplo, lo que más recuerdan es que cuando se abrían las puertas de
los Hércules y bajaban las camillas, no había un sólo soldado que no pidiera por su madre.
- ¿Y con los enfermeros varones cómo era la relación?
Entre
los hombres el trato era más difícil, no tan íntimo ni desde los
sentimientos. Con las enfermeras tenían un trato más humano.
- Un
dato que llama la atención es la edad de las mujeres. Aunque siempre se
habló de los conscriptos, había estudiantes de enfermería de 15, 16 y
17 años.
Si, fue un abuso del Estado el haber usado chiquitas de 15 años para ese trabajo.
- La historia de Doris West es particular porque era la única mujer dentro de la tripulación del buque carguero Formosa.
Doris
ya estaba acostumbrada, porque tenía 50 años (hoy tiene 84). Además,
era un barco civil de la Marina Mercante, no era militar, era más
natural el trato. La respetaban mucho porque estaba con jóvenes y ella era más grande. Ella es una de las pocas que cobra una pensión, pero estuvo realmente en la guerra, porque el Formosa estuvo en la costa de las Islas e incluso recibió una bomba de un avión argentino.
- El buque transformado en hospital que más enfermeras tuvo fue el Irizar. ¿Cómo fue la historia ahí?
En
el Irizar no esperaban mujeres y a las seis que fueron les tuvieron que
armar un cuarto de emergencia. Al principio no les hablaba nadie,
porque se decía que las mujeres a bordo son mala suerte y, además, no
estaban acostumbrados a trabajar con mujeres. Pero después se integraron, sobre todo cuando empezaron a llegar los heridos, porque el trabajo no daba lugar a esas cosas. La experiencia fue muy fuerte para todos, hombres y mujeres, porque no había antecedentes.
- Con
las mujeres de la Fuerza Aérea se da una paradoja, porque eran las
únicas que tenían condición militar, pero en tu libro concluís que
fueron las más sufrieron el maltrato de los hombres.
En un traslado de Buenos Aires a Comodoro Rivadavia, el
comandante tuvo que llevar a la cabina a cinco mujeres de la Fuerza
Aérea, porque no paraban de gritarles cosas machistas y piropos subidos
de tono. No querían que estén ahí. También la pasaron mal en el
hospital, porque no estaban muy informadas de lo que estaba pasando. Y
mientras esperaban a los primeros heridos hacían vida de cuartel. No las
tenían bien.
- ¿Por qué elegiste para contar la historia de la enfermera chilena Griselda Gatica Garrido?
Ella
trabajó en el Sanatorio Central de Bahía Blanca, a donde llegaron
heridos de las islas y sobrevivientes del hundimiento del General
Belgrano. Ella me conmocionó mucho porque hay toda una historia pesada
con los chilenos y la guerra. Es cierto que Chile ayudó a los
británicos, pero ella trata de explicar que no son los pueblos, sino los gobiernos los que hacen la guerra.
Aún hoy muchos tienen un odio visceral, sin pensar que allá también
vivían en una dictadura. La gente común no tuvo nada que ver en eso. Griselda no tuvo una actitud pro británica e igual se comió insultos por ser chilena. Su historia es terrible desde lo ejemplificador.
- ¿Qué diferencia había entre las enfermeras británicas y las argentinas?
Las inglesas fueron 30 mujeres que estuvieron en el buque hospital Uganda SS. Si bien eran jóvenes, eran profesionales. En cambio las argentinas recién estaban haciendo la carrera y tuvieron que actuar como recibidas.
- ¿Las reconocieron?
Sí,
inmediatamente, en agosto, cuando regresaron a Londres. Y las
condecoraron. Para ellos, todo el que se trasladó a una zona de
conflicto tiene derecho a una pensión.
- ¿Cómo fue el trato de las enfermeras inglesas a los heridos argentinos?
Los
argentinos en el Uganda SS no tienen más que buenos recuerdos, más allá
de la guerra. Hay uno que estuvo más de dos semanas y contó que no les
importaba que sea argentino.
- Del lado
británico, una figura central es la de la artista Linda Kitson, enviada
por el Museo Imperial de Guerra a retratar la guerra. Sin embargo, sus
dibujos en general no muestran los horrores del combate. ¿Por qué toma
esa decisión?
Hasta ese momento desde el Museo Británico
habían enviado hombres a las guerras, que habían estado en el frente
con las tropas y habían retratado las cosas más crueles. Linda, en
cambio, optó por la vida en los campamentos para dar una visión de la guerra que ella define como "más misericordiosa", por ejemplo, mostrando cómo cambiaba la vida de los civiles.
- La historia oficial dice que hay tres isleñas
muertas por un bombardeo británico, pero hay otras siete que murieron
por las minas. ¿Son recordadas o su historia también fue invisibilizada?
Esas
tres civiles sí son recordadas. Hay una placa en el cementerio de San
Carlos y aparecen en las placas en Londres que tienen el listado de
muertos. Igualmente, no les gusta que las recuerden junto con los
militares. Para ellos es más grave y pesada la muerte de civiles. Sin
embargo, es un hecho casi desconocido, que para los isleños fue
terrible: había una familia, los Fowler, que como su casa era de piedra
habían invitado a sus vecinos a refugiarse, y una bomba que cayó sobre
su casa mató a tres mujeres.
- Los
especialistas británicos suelen mencionar a dos mujeres a la hora de
hablar de la guerra, la entonces primera ministra Margaret Thatcher y Sarah Jones, la esposa del militar inglés de más alto rango muerto en las islas, Herbert Jones. Sin embargo, ninguna de las dos participó directamente de la guerra.
Es
cierto que no estuvieron en la zona de conflicto. Pero Sarah tiene una
vida muy dedicada a la guerra, porque es miembro de la Comisión de
Tumbas de Guerra de la Commonwealth y preside la Asociación Familias de
Malvinas. Es una mujer que lleva su pérdida con mucha dignidad.
- ¿Qué opinás del proyecto de la senadora Aguirre de Soria?
Es
un tema difícil porque se podrían venir encima los militares que no
cobran pensiones. Pero la ley está muy bien redactada: se refiere a las mujeres que estuvieron en contacto con los heridos.
Hoy sólo cobran pensiones siete mujeres del Ejército cobran pensiones y
algunas de la Marina Mercante que estuvieron embarcadas. No hay un
listado, pero yo sólo conozco a cuatro.
- ¿Por qué crees que todas las enfermeras, aún las que trabajaron en el continente, deberían cobrar una pensión?
Porque la guerra se traslada a donde se atienden a los heridos.
Por algo esas enfermeras también tuvieron estrés postraumático. Por
ejemplo, hay una que tenía 15 años, que se volvió adicta a las drogas y
durante 25 años no habló de la guerra.
- ¿Hubo algún tipo de reclamo hasta ahora?
Algunas
estuvieron peleando por sus derechos, pero no llegaron a nada, ni
siquiera podían conseguir el certificado de las tareas que cumplieron.
- ¿Cuál es la situación de las mujeres en las Fuerzas Armadas hoy?
En
general, siguen siendo ignoradas. Es como que están obligados a
integrarlas, pero hasta ahí. El año pasado, por ejemplo, las invitaron
por primera vez a desfilar, pero unos meses después había un ágape, y no
las dejaron entrar.
Publicada por Infobae.