El poder informal de los terratenientes en América colonial



En la entrada anterior hicimos un repaso a la formación de elite terrateniente en América Latina en la época colonial, a través de la encomienda primero y luego, en un proceso más lento, a través de la forma de la hacienda o fazenda, en el caso de las colonias poruguesas. Lo cierto es que, con el paso del tiempo, estos propietarios se volvieron una clase poderosa. Una muy buena razón es el tipo y cantidad de producción que llevaban adelante, como la de la caña de azúcar -cuestión que abordaremos con mayor amplitud más adelante-, pero también está profundamente relacionado con el modo en que los hacendados construyeron sus relaciones sociales para afianzar su poder.
La familia extensa, un término más bien propio de la Antropología, fue el medio por el cual se construyeron relaciones políticas y comerciales duraderas. Si bien es posible pensar que quedara lugar para la filantropía, el conseguir cargos públicos a hermanos, sobrinos y primos sin medios económicos significaba para el hacendado la seguridad de que las órdenes que dieran (no importaba cuáles fueran) se cumplirían sin dilaciones. "Debido a que los miembros de la familia constituían una importante reserva de influencias y recursos, y el parentesco político era tan fuerte y vinculante como el consanguíneo, los grandes terratenientes planificaban escrupulosamente los matrimonios, considerándolos movimientos estratégicos que ampliarían su gama de contactos. (...) el matrimonio convertía a todos los parientes de un cónyuge en parientes del otro" (Hoberman, L. y Socolow, S. (Comp). Ciudades y sociedad en Latinoamérica colonial. FCE, 1993).
Muchos funcionarios recibían favores por parte de los hacendados, con los parientesen primer lugar. En otro orden, también los recibían muchos funcionarios que no contaban con la posibilidad de recaudar impuestos, y cuyos sueldos pagados por la corona tenían meses de atraso, e incluso años.
Eran estos funcionarios los que tenían acceso irrestricto e inmediato a créditos cedidos por los terratenientes. Para el funcionario este gesto implicaba un compromiso futuro ineludible; para el terrateniente, en cambio, era solo una pequeña cortesía con mínimo riesgo y bajísimo costo. Del mismo modo, actuaban como fiadores de profesionales (cirujanos, farmacéuticos y notarios, por ejemplo) y garantes de funcionarios sin tierra, a quienes en ocasiones confiaban la administración de sus bienes.

Por otra parte, también establecían relaciones con indígenas. Los terratenientes se convertían en padrinos de niños aborígenes, y esta obligación que asumían, obligaba asimismo a los padres de los niños.
La amplia gama de relaciones (con la milicia, con el poder político local, con otros terratenientes, e incluso como vemos con indígenas), le daba a los terratenientes una gran variedad de posibilidades y recursos, como también acceso a mano de obra adicional para realizar sus trabajos.
Los hacendados tienen acceso privilegiado, entre muchas otras cosas, al recurso del agua, obviamente vital para el éxito de sus empresas.
Cuando el agua era iunsuficiente, los hacendados tomaban lo que necesitaran para sus cultivos. Con esta acción solían salir perjudicados los aborígenes, quienes veían perderse sus producciones. Las protestas de los indígenas eran acalladas, en general, por los mismos hacendados por medio de la nada sutil amenaza de destripar al que interrumpiera el flujo de agua hacia sus propiedades.
Incluso en Saña, cuentan las autoras antes citadas, los hacendados eligieron a través del cabildo local al comisionado de aguas "hasta 1638, y aún después contribuían al pago de su salario. Era comprensible, pues, que este dudase en tomar medidas contra quienes privaban indebidamente del agua a los demás (...)"

Imagen: Hacienda del Vale Do Paraiba (Brasil), del ciclo del café. Tomada de Colonial Estates